Vínculo copiado
“Esta es la historia de una apuesta a vencer el miedo, a erradicar el terror que en algunas zonas del país han generado la violencia y la inseguridad. Y es una apuesta ganadora porque nace de una estrategia de no violencia y confía en el poder de la palabra, el poder de la lectura y también de la escritura, como vehículos de reconstitución del tejido social”.
23:00 martes 22 enero, 2019
LABERINTOSHay personas que no conocen el poder transformador de los libros y las letras. Te cuento la historia de un esfuerzo editorial, encabezado por una potosina, editora, promotora cultural, escritora, lectora, pero sobre todo una mujer valiente, Socorro Venegas, que supo entrar en el tejido social de uno de los lugares más violentos de la Montaña Caliente, Apatzingán, y emprender uno de los proyectos culturales de más impacto social ocurridos en los últimos años en Michoacán. Es un territorio donde cohabitan la pobreza y la riqueza natural con narcos, laboratorios de meta, guardias rurales, autodefensas, grupos paramilitares, soldados, policías, federales, estatales, municipales. Hasta allá llegaron escritores como Julián Herbert, Eduardo Antonio Parra, Orfa Alarcón, Antonio Ramos Revillas, César Silva, Agustín Cadena, Armando Alanís, Jaime Mesa, Héctor Alvarado, quienes compartieron durante tres años con jóvenes de la región libros, lecturas y escrituras. “Esta es la historia de una apuesta a vencer el miedo, a erradicar el terror que en algunas zonas del país han generado la violencia y la inseguridad. Y es una apuesta ganadora porque nace de una estrategia de no violencia y confía en el poder de la palabra, el poder de la lectura y también de la escritura, como vehículos de reconstitución del tejido social”. Narra Socorro Venegas en el libro Cultura de paz, palabra y memoria, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE, 2016 y 2017): “Imagina estar sentado para platicar con algunos niños antes de invitarlos a dibujar o a leer una historia juntos. Haces la pregunta usual para romper el hielo: ¿Cuál es su comida favorita? ¿Qué quieren hacer cuando crezcan? Pero esta vez escuchas algo muy distinto. Los niños quieren ser sicarios. Quieren armas, quieren ser como sus padres o tíos. Ésos son sus héroes. Ésa fue exactamente la situación que encontramos en junio de 2014 en Apatzingán de la Constitución, Michoacán, una ciudad de poco más de 100 mil habitantes situada en la región de Tierra Caliente, México, y uno de los lugares más golpeados por la violencia del crimen organizado. Iniciaron con un equipo de expertos, entre ellos la escritora y diseñadora de modelos de intervención comunitaria y cultural Luz María Chapela, y las gestoras culturales de la región. Después de algunas visitas iniciales de exploración, decidimos, junto con las autoridades locales, renovar una muy descuidada casa de la cultura construida en una antigua estación de tren, que se convertiría en el hogar del centro cultural del FCE. Comenzaron los talleres con más de 700 niños, con el tiempo se añadieron talleres de lectura y escritura, autorretratos, cómics, juegos, música tradicional y narración para niños, jóvenes y adultos. Todos quienes participaron en este proyecto, liderado por el Fondo de Cultura Económica, durante tres años aprendieron de sus habitantes, de su forma de narrar historias, de la memoria colectiva de la región; reunieron a un grupo de mujeres, muchas de ellas viudas o abandonadas por maridos que se habían unido a grupos del crimen organizado, habían sido encarcelados o su estatus era simplemente el de desaparecidos; a ellas se les ofreció el taller de escritura autobiográfica “Yo cambio mi historia”. Al principio los relatos fluían despacio, con timidez, pero pronto la escritura le dio a estas mujeres la salida catártica que tanto necesitaban. Hablaron de sus esperanzas, pero también de sus miedos más grandes: por ejemplo, que sus hijos crecieran sólo para ser reclutados por los delincuentes. Cuando empezaron a poner sus emociones en palabras, también fueron capaces de entenderlas y resignificarlas, descubrieron que eran capaces de hacer cambios, ya fueran grandes o pequeños, pero suficientes para ayudarles a hacerse cargo de sus propios destinos. Escribe la misma Venegas en el libro Cultura de paz, palabra y memoria. La escritora y editora de origen potosino, Socorro Venegas, cuenta cómo inició el proyecto de incluir escritores en los talleres: resultaba que era más difícil conseguir que los jóvenes se acercaran al centro cultural. Por eso decidieron ir en busca de ellos. Comenzaron el programa “Una saga: escritores en Apatzingán”, viajando con escritores entre peligrosos retenes de policías, militares y autodefensas, llegaron a escuelas, organizaron talleres de escritura y charlas dirigidos a muchachos estudiantes de bachillerato. Ahí han estado Julián Herbert, Eduardo Antonio Parra, Orfa Alarcón, Antonio Ramos Revillas, Agustín Cadena, César Silva, Jaime Mesa, Héctor Alvarado y Armando Alanís, Los niños de Apatzingán también escribieron y dibujaron en cómics sus historias de vida, un taller un taller liderado por Jorge Melguizo, un comunicador social y periodista, consultor y conferencista internacional en gestión pública, cultura, cultura ciudadana y proyectos urbanos integrales para la transformación integral de los barrios con mayores niveles de pobreza y de violencia en Medellín, Colombia. ¿El resultado? Un modelo de gestión cultural comunitario. Como señala el colombiano: se busca restituir el tejido social a través de la cultura. Un modelo para que influya en sitios estratégicos del país afectados por las violencias: interpersonal, social y criminal, buscando promover una cultura de paz y la reconstitución del tejido social a través de la cultura escrita y lectora. El modelo funciona tanto para abrir un centro como el de Apatzingán como para orientar otras iniciativas, sin importar sus dimensiones. La idea es que este modelo de gestión para una cultura de paz pueda ser utilizado por agrupaciones vecinales, asociaciones civiles, educadores, libreros, bibliotecarios, etcétera, para mejorar la calidad de vida de las personas, grupos o comunidades que así lo requieran. Se quiere promover comunidades resilientes, esto es, colectividades que, a través de un proceso gradual, sean capaces de autorreconocerse, que tienen una historia compartida e identifican sus necesidades y los recursos que poseen para ayudarse a sí mismas. En este modelo es de particular importancia el papel de los gestores culturales locales que trabajan en zonas violentadas de la comunidad, entendido su perfil como mediadores entre la creación, la participación y la expresión cultural. Se trata de profesionales capaces de ayudar a desarrollar el trabajo artístico y cultural e insertarlo en una estrategia social, de acuerdo con las necesidades específicas de cada población y territorio. En estos días Socorro Venegas ha dejado el FCE, se va a otro proyecto, ha sido nombrada Directora General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, sin duda autores infantiles que publican con esa editorial la van a extrañar, igual una gran cantidad de promotores culturales. Si te interesa checa el libro completo en http://www.fondodeculturaeconomica.com/invitaciones/2018/C-paz.pdf. Los horrores y dolores de Apatzingán y de tantos otros lugares de México, de Colombia, de Latinoamérica, del mundo, tienen que poder convertirse en el punto de partida para construir la esperanza. Esperanza que no olvide esos horrores y esos dolores, y que se convierta en la posibilidad de pensar juntos las salidas, de soñar juntos los caminos, de construir juntos las transformaciones necesarias. Esperanza para no tener más 6 de enero, para no escuchar nunca jamás la frase que aún resuena en estas calles: “mátenlos como perros”. En enero de 2015 policías federales dispararon contra un centenar de integrantes de la Fuerza Rural mientras éstos realizaban un plantón en los portales del Palacio Municipal de Apatzingán. Según la investigación periodística, los policías gritaban “¡Mátenlos como perros!”