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Chicago, una de las ciudades emblema del crisol racial de Estados Unidos, fue escenario del asesinato de un inmigrante a manos de un agente federal
00:10 martes 16 septiembre, 2025
ColaboradoresWashington.- La violencia letal que tanto se había pronosticado en las redadas anti migratorias del presidente Donald Trump, lamentablemente se materializó.
Chicago, Ilinois, una de las ciudades emblema del crisol racial de los Estados Unidos, fue escenario del asesinato de un inmigrante a manos de un agente federal de ICE. Su delito, resistirse a un arresto para ser eventualmente deportado.
La detención para ser repatriados a sus países de origen o a una tercera nación, es la pesadilla de los millones de inmigrantes indocumentados que viven y trabajan desde hace años de manera irregular en Estados Unidos. Sin embargo, perder la vida por resistirse a la captura es un acto de terror y abominable de gran envergadura.
La Casa Blanca de Trump ni se inmutó ante la noticia del asesinato.
La defensa ante el repudio ciudadano fue simple: se resistió a ser detenido y violentó el acto de aplicación de la ley por parte de un agente federal que cumplía un mandato de su Comandante en Jefe, Trump.
No se puede negar que entre los millones de inmigrantes indocumentados hay personas que han cometido delitos y graves.
Generalizar entre la población migrante la etiqueta de criminales para justificar un asesinato con alevosía y ventaja, y para obtener beneficios político electorales -que son el objetivo de Trump y del Partido Republicano-, tiene que ser acto irresponsable e inhumano.
Ya fueron Los Ángeles, California, y Washington, D.C., los primeros laboratorios de Trump para ejercitar la criminalización anti migratoria a gran escala usando como gatillos a los elementos de la Guardia Nacional, a los de ICE, de la DEA, de ATF y los de US Marshall.
La expansión de la militarización de las redadas migratorias en Chicago empezó con el pie izquierdo. Por tratarse de un inmigrante indocumentado el caso del asesinato en la Ciudad de los Vientos, casi pasa desapercibido por la prensa nacional estadunidense.
Los medios de comunicación más influyentes y poderosos siguen reportando y haciendo crónicas de la muerte y vida del nuevo mártir político de los Estados Unidos, Charlie Kirk.
El homicidio del inmigrante indocumentado se diluyó de las noticias.
Todos los asesinatos merecen la condena social.
Claro está que en estas épocas xenofóbicas de la presidencia de Trump hasta los homicidios en Estados Unidos tienen tintes racistas.
Hay temor y pavor en Chicago, son tiempos oscuros y difíciles para los inmigrantes en cualquier punto de la Unión Americana.
El silencio ante la ignominia a manos de un agente de ICE duele mucho.
La réplica de las redadas militarizadas de Trump en lo inmediato tiene la vista puesta en Chicago, seguirán Boston, Massachusetts, Baltimore, Maryland y Filadelfia, Pensilvania. Las manchas de sangre en las manos de un agente de ICE no las van a detener.
No hay la menor indignación entre las filas de los agentes de ICE por el asesinato del inmigrante en Chicago.
Se llevarán a cabo las pesquisas para esclarecer el incidente pero al final el agente asesino será cobijado con las tácticas militarizadas de lo que ya parece una guerra contra la inmigración indocumentada.
En las paredes de la Casa Blanca ya no hay eco de las manifestaciones callejeras de Los Ángeles ni habrá por las que se lleven a cabo en Chicago. Las imágenes que proyecta el gobierno de Trump a su sociedad son las calles semi vacías de Los Ángeles.
La ausencia de peatones en aceras antes altamente transitadas por el arcoíris racial de los inmigrantes es lo que Trump promueve como un éxito en su limpia migratoria. “Son criminales”, es la proclama constante que sale de la boca del presidente de Estados Unidos.
El descrédito por intereses políticos a los inmigrantes cobró su primera víctima mortal que esperemos sea la única.
La resistencia cívica a las redadas migratorias no puede verse como un batallón de enemigos y menos como acto de provocación para usar la fuerza letal. Trump había advertido que sus soldados y agentes federales no dudarían en echar mano de las armas “si los criminales” se resistían al arresto. La palabra del mandatario se volvió una tragedia en Chicago.
POR J. JESÚS ESQUIVEL
COLABORADOR
@JJESUSESQUIVEL