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De Agamenón a Don Aga: tragedia griega con corrido norteño. Viqueira monta un infierno bailable que desnuda el país y lo celebra
00:00 jueves 23 octubre, 2025
ColaboradoresLo que ocupa el escenario no son humanos. La morfología apunta a puercoespines –la superficie negra acerada, las púas relucientes, salientes en todas direcciones y de todas partes del cuerpo–, los movimientos ora a insectos, ora a reptiles. No hacen el amor y ni siquiera cogen: copulan, de a dos, de a tres, de a más, indistinguibles en género, en número. No bailan: ofician rituales, acaso (narco)satánicos. No se tocan: chocan. Tienen parlamentos pero no diálogos. Cada tanto, se matan entre sí. Unos yacen sobre ríos de sangre. Otros cuelgan, crucificados. Un golpe (muchos) antes de que reinicie la enfebrecida danza mortuoria, mortal, mortífera. La cucaracha (la cucaracha) siempre puede caminar, y siempre tiene (nunca le falta) mariguana que fumar. El extraordinario, perturbador vestuario de Mario Marín del Río –Caballo Dorado meets H.R. Giger en la tierra de David Cronenberg–, la inteligente, ingeniosa coreografía de Fabo Varona (el line dancing que vira a danza macabra) no están al servicio de una historia futurista de ciencia ficción sino de una anclada en los orígenes de la Tragedia (también de la tragedia, con cotidiana minúscula), tanto que su fuente original es el Agamenón de Esquilo. Sólo que, cuando el futuro nos ha alcanzado, no cabe ya pensarnos en Micenas. El texto de Amaranta Osorio y Jorge Volpi dice Culiacán pero podría decir Zamora o Jerusalén o Moscú. Para Troya, ha preferido tomar de la realidad geográfica el más evocador y universal de los nombres: Victoria. Agamenón es Don Aga, de vuelta al terruño a festinar la toma de esa plaza que le costó una hija, sacrificada en el altar ya no de la diosa de la caza sino de la gobernadora del estado. Clitemnestra es Doña Cleo, y se asume ya no princesa de Esparta sino Reina del Sur. ¿Cómo se llamó la obra? Más vale morir, y el hallazgo es afortunado, tanto como el título de la plataforma de la Compañía Nacional de Teatro en que se inserta el montaje de Richard Viqueira: Proyecto Espiral, lúcida lectura de la Orestiada en tanto mera versión beta de la tan eterna y universal espiral de violencia. Más vale morir que someterse al poder de otro pareciera el racional de los personajes –y, por extensión, de la humanidad toda– en la lectura de los autores. Creador escénico dotado, provocador y siempre sorprendente, Viqueira parte de ese buen constructo literario para concebir un espectáculo incómodo al punto de la repulsión: uno que no pierde la atención ya sólo porque no deja de interpelar. Feminista sin militancia, humanista sin cursilería, moral sin regaños, brutal y violento como brutales y violentos somos, Más vale morir se sirve de la música, el ritmo y el humor descarnado para confrontarnos con lo peor de nosotros mismos, acaso a la manera de Lautréamont. Para eso existe el arte. Más vale morir se presenta hasta el 14 de diciembre en la Sala Héctor Mendoza de la CNT POR NICOLÁS ALVARADO Únete a nuestro canal de WhatsApp para no perderte la información más importante 👉🏽 https://gmnet.vip/7Be3H