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En México inevitablemente debemos elegir, en ciertas situaciones, entre la paz o la justicia. Optar por la paz significa renunciar a la imposición de penas. Optar por la justicia implica juzgar a los criminales. Para que pueda afianzarse la paz es necesario reducir la violencia
07:13 viernes 6 julio, 2018
ColaboradoresLa dinámica actual en México después del 2 de julio, nos impone a la reflexión sobre un tema que parece inexplorado: La reconciliación de la Nación Fragmentada. Por ello, la reconciliación es revisada bajo este concepto que acuño como creador y solamente mío, porque va más allá de las disposiciones políticas y jurídicas e, incluso, intentando superar lo que los medios informativos divulgan como reconciliación. A esta altura, más que un aspecto de la realidad mexicana y potosina, la reconciliación de una nación fragmentada viene a ser un pretexto para rescatar el proyecto de ciudadanía o redefinir nuestra identidad nacional como factor de unidad. Es importante aclarar dos conceptos antes de avanzar sobre la comprensión de lo que sucedió hace unos días de manera breve en este artículo, El primero es la “reconciliación política” difiere del perdón por que es una política pública que involucra a toda la comunidad, mientras que el segundo “el perdón ciudadano” es una medida restaurativa de carácter privado y qué ocurre entre el ofensor y el ofendido. Arguyo que en un régimen democrático inclusivo e igualitario “el perdón y la reconciliación” deben de respetar el igual valor y dignidad de los seres humanos. Tanto el perdón como la reconciliación política se asemejan en que ambas medidas requieren evaluar el pasado, bien que dicha reflexión implique una ofensa personal o la historia de injusticia de una comunidad política. Esta evaluación del pasado, primero, garantiza el reconocimiento moral o político de la ofensa; segundo, posibilita restaurar y honrar a las víctimas, y, finalmente, facilita la transformación personal y política de las persona. En México inevitablemente debemos elegir, en ciertas situaciones, entre la paz o la justicia. Optar por la paz significa renunciar a la imposición de penas. Optar por la justicia implica juzgar a los criminales. Para que pueda afianzarse la paz es necesario reducir la violencia. En nuestra historia, la violencia política fue y ha sido una constante en muchas situaciones una respuesta a las limitaciones para la participación democrática. Solamente mediante la superación de las condiciones que reproducen la violencia será posible afianzar el camino que conduce a la vida democrática. Sin embargo, la polarización ha producido que la búsqueda de la paz genere la distinción política fundamental entre amigo y enemigo, que engendra nuevamente la guerra (Carl Schmitt). Los Carteles Mexicanos con su extrema violencia contra los más pobres y contra la naturaleza es ahora el polo más fuerte de la sociedad mexicana polarizada. Nuestra paradoja es que hemos estado por una década en guerra, violencia y conflicto interno, pero el camino hacia la paz nos lleva de nuevo a la guerra como resultado de esta misma polarización. Por último, cabe señalar con especial interés, que existe un tercer elemento para evaluar a esta nación fragmentada y el cual proviene de la amnesia o pérdida de la memoria; Su existencia es a través de un vocablo griego que significa olvido. “LA AMNISTÍA”. Es una medida legislativa por la cual se suprimen los efectos y la sanción de ciertos delitos, principalmente de los cometidos contra el Estado. Se distingue la amnistía del indulto, en que una tiene carácter general y el otro particular. Ha sido definida la amnistía como “un acto del poder soberano que cubre con el velo del olvido las infracciones de cierta clase, aboliendo los procesos comenzados o que se deban comenzar, o bien las condenas pronunciadas para tales delitos” por lo que debemos preguntarnos en conclusión y de manera obligada como académicos. ¿en cuantas partes se fragmentará la nación? y ¿hasta donde será el permiso de reconciliación que nos confrontara esta nueva forma de gobernar las diferencias?