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En su columna, Miguel Oropeza contrasta la relación entre Taiwán y China con el vínculo entre Estados Unidos y México
08:13 sábado 27 abril, 2019
MundoLos fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben. Esta cita del historiador griego Tucídides es una de las verdades indiscutibles de la vida y de la política internacional; Donald Trump se ha encargado de recordárnoslo frecuentemente en los últimos cuatro años. Los límites territoriales que separan a las grandes potencias de sus desafortunados vecinos siempre han sido propensos a la fricción, pero en la mayoría de los casos las naciones más débiles han sabido defenderse dignamente ante las agresiones ocasionales que se originan del otro lado de su frontera. México no solía ser la excepción a esta tendencia global. Esto ha cambiado en los años posteriores a la firma del TLCAN; la valentía y firmeza que caracterizaba la postura mexicana ante abusos del coloso del norte gradualmente se ha degradado a una sumisión tímida y vergonzosa. Mexicanos que anhelen una postura más decorosa ante agresiones de una superpotencia tendrán que conformarse con buscarla en un libro de historia, o volteando la mirada hacía Taiwán. China, al igual que Estados Unidos, decidió que una buena manera de celebrar la llegada de la primavera sería provocando a sus vecinos. Tal y como México es el blanco predilecto de Washington cuando este último sufre una fiebre de jingoísmo, Taiwán lo es para Beijing. A diferencia de Donald Trump que es un hombre de tuits, Xi Jinping es un hombre de acción- y su manera de hostigar a los taiwaneses fue mucho más directa que simples amenazas arancelarias o de clausuras de la frontera. Xi permitió que aviones de la fuerza aérea china sobrevolaran cielos taiwaneses, violando la soberanía de la isla y tensando aún más las ya difíciles relaciones entre los dos gobiernos. Lejos de verse intimidada por la clara superioridad militar china o el hecho de que la República Popular es el principal socio comercial de Taiwán, la Presidente Tsai Ing-wen respondió con fuerza: amenazando con derribar cualquier avión que se atreva a repetir la incursión en el futuro. ¿Por qué Taiwán puede enfrentarse a su agresor mientras que México cree no poder hacerlo? Superficialmente, la respuesta parece ser obvia. A pesar de no gozar de reconocimiento oficial por parte de Washington, los estadounidenses tienen un entendimiento con sus homólogos taiwaneses en el cual se comprometen a proteger a la isla en caso de una invasión china. Sin embargo, cuando una de las grandes potencias ofrece garantías de seguridad a otra nación históricamente han demostrado ser menos garantizadas de lo que se promete. Taiwán lo sabe y por ello ha invertido fuertemente en sus esfuerzos diplomáticos alrededor del mundo con el fin de ganarse aliados. El resultado del cabildeo ha sido mayor simpatía por su causa en Occidente -en el caso de una agresión mayor es posible que China sufriría sanciones económicas, lo cual modera las acciones de Xi. Hace mucho, México dejó de buscar contrapesos al poder estadounidense en el exterior y por ello ha tenido que enfrentar (o tolerar) agresiones solo, sin aliados y sin esperanzas de ponerles un fin definitivo. En el Asia-Pacífico, Europa y sobre todo en Hispanoamérica existen varias naciones que serían aliadas naturales para un México más activo diplomáticamente -pero a todas se les ha colocado en un segundo plano desde que la quijotesca noción de buscar ser un país "norteamericano" afín a la angloesfera cobró fuerza entre la élite política. A pesar de la ocasional protesta o muestra simbólica de solidaridad de algún Mandatario de las hermanas repúblicas del Sur, a todos nos queda claro que ninguna de ellas arriesgaría incluso una escaramuza diplomática leve con Washington para secundar la postura mexicana. Un México sin aliados y cuya diplomacia no reconoce otro punto cardinal que no sea Norte siempre será una nación débil. Otra importante distinción entre México y Taiwán es el estado de su comercio bilateral con las superpotencias. Taiwán ha invertido activamente en China desde la década de los 80, pero hoy la balanza de poder en la relación económica se inclina a favor de Beijing. Por tanto, Taiwán está severamente limitada por este flanco, pero conserva algo de flexibilidad dado que la mayoría de su comercio sigue siendo con otros países. Por el contrario, al mandar casi un 80 por ciento de sus bienes más allá del Río Bravo, nuestra economía tiene tal drástica dependencia a la estadounidense tan sólo en exportaciones que se asemeja más a la de la colonia puertorriqueña (90 por ciento) o Haití (83 por ciento) que a la de una nación promedio del G20 (17 por ciento). Sea con Trump o los Gobiernos que le sucederán en Washington, a México le haría bien aprender algunas lecciones de Taiwán- empezando con reconocer la seriedad de un problema estructural y tomar acciones para buscar remediarlo. *Miguel Oropeza Caballero es economista de la universidad de California en Berkley y analista del Asia-Pacífico. -- Reforma