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En nuestro país tenemos hoy un merolico con sermones diarios que pretende recrear los años setenta y que si no piensas como él eres fifí, neoliberal, conservador, traidor a la patria
02:05 domingo 24 mayo, 2020
EN LA OPINIÓN DE CLAUDIO GARCÍAEn nuestro país tenemos hoy un merolico con sermones diarios que pretende recrear los años setenta y que si no piensas como él eres fifí, neoliberal, conservador, traidor a la patria. Es un manipulador que engaña, miente y se cree el nuevo “salvador de la patria”. Rencoroso, vengativo, traidor que cada día busca un nuevo enemigo para culparlo de los errores que él comete, ya sea del gremio periodístico, intelectual, empresarial o político, no importa mientras sirva para justificarse. Su rencor y su ignorancia llevan al país a perderse en lo económico, en lo político y en lo social. De tal forma que, si bien nos va, el PIB será de menos 6 por ciento, aunque hay quienes lo ubican en menos 12; el crecimiento de la pobreza sumará 18 millones de personas más, con lo cual la poca paz social que aún se conserva se perderá; en lo político busca quitar autoridad al Instituto Nacional Electoral para poder manipular los procesos electorales, como antaño. No le “gusta” la inversión privada, ni la extranjera ni la nacional, la ha mermado a través de suspender las rondas petroleras, de cancela el aeropuerto de Texcoco, los acusa de corruptos y evasores del fisco. Cada día se puede escuchar, desde el templete convertido en el altar del merolico, que se ha acabado la corrupción, sin embargo, como en todo, los números lo desmienten, el INEGI publicó que la corrupción se incrementó un 7.4 por ciento y los actos de corrupción pasaron de 25 a 30 mil por cada cien mil habitantes. Pero él lo niega. Y defiende a los Bartlett, a Salinas y a los compadres de Rocío, todos actúan dentro del marco que a él le conviene, pero no escucha la propuesta de quienes generan empleos. Habla de un estado de bienestar pero sin generar riqueza. Cómo lo hará, es la pregunta, y nunca hay respuesta. Sabe qué hacer con los pobres, ofrecerles el pescado, no enseñarlos a pescar. No sabe qué hacer con los ricos, que a ellos igual les da, pero la de la clase media no habla, es la que hay que destruir para sumarla a su “masa” de seguidores. Durante 15 meses ha denostado a los empresarios, aún y cuando hay ilusos que creen que se pueden entender con él y llegar a acuerdos. No se han dado cuenta que ellos serán los acusados del desastre que ya vive el país, cosa que ya ha hecho. El último ejemplo del camino que sigue es el acuerdo publicado por la Secretaría de Energía (Nahle-Barteltt) con el cual se frenan las inversiones a las energías renovables, que lo mismo eliminan la competencia para la generación de energía eléctrica y favorecen a las plantas de combustóleo de la Comisión Federal de Electricidad (la de Manuel), más cara y contaminante. Pero no le bastará con eso, su estrategia tiene en la mira a las AFORES, los fondos de ahorro para el retiro que pretende sean administradas por su “Banco del Bienestar”, claro son 66 millones de cuentas cuyo valor equivale a 4 billones de pesos, de los cuales podrá disponer. Su estrategia es y será la de polarizar, su discurso construido para mantener a su “masa” electoral y que esta sea suficiente para mantenerse en el poder, no sabe ni le interesa la economía, para él basta mantenerse en “campaña permanente”, además es lo único que sabe hacer y le ha dado de comer. Dentro de su grupo cercano hay quienes intentan una cambio socialista, pero él busca una transformación del régimen democrático a uno autoritario, a su autoritarismo basado en su forma de entender el “nacionalismo revolucionario” de los años setenta del siglo pasado. Su “cambio” nos habla de terminar con la corrupción, de soberanía energética, de rectoría del Estado, pero en realidad lo que quiere, desea, anhela desde hace 30 años, es imponer su “presidencia imperial”. Certera descripción de la personalidad de quién pretende un cambio la escribió Gabriel Quadri en su columna del diario El Economista: “Su compulsión por la destrucción es inédita, así como la estela de ruinas y escombros que va dejando a su paso. Sus motivaciones parecen inescrutables, pero se asocian con un amasijo tóxico de ignorancia, soberbia, mentiras, narcisismo, puerilidad, ideologías delirantes, resentimiento, autocracia, milenarismo, fanatismo sectario, prejuicios, odio por la ciencia y la razón y simple y avasalladora ineptitud…”. Así es quien conduce a México por el camino a la destrucción.