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El gobierno de la añoranza había dado muestras de la intolerancia, sobretodo frente al 2 de octubre de 1968
00:06 domingo 28 marzo, 2021
EN LA OPINIÓN DE CLAUDIO GARCÍAAñorar los años sesenta y setenta cuando surgen aquellos cancioneros mexicanos identificados con el movimiento de la nueva canción, como los Folkcloristas, Oscar Chávez, Amparo Ochoa, Víctor Jara, Guadalupe Pineda, el canto nuevo que con los años, la caída del Muro de Berlín y la globalización fue perdiendo fuerza, sobretodo frente a esa crisis ideológica de la izquierda. El gobierno de la añoranza había dado muestras de la intolerancia, sobretodo frente al 2 de octubre de 1968, mostró su aparato represor, su alcance. Aunque a principios de los sesenta el asesinato de Rubén Jaramillo, el combatiente heredero de Zapata, fue asesinado junto a su familia, después de que el presidente en turno le había dado la amnistía y le prometió seguridad. El editorial de la revista ¡Siempre! lo decía todo “Ni tolerancia, ni silencio: justicia”. Añorar los setenta cuando el “Nacionalismo Revolucionario” dio paso en sus primeros años, nuevamente a la represión el 10 de junio de 1971 y esconder su autoritarismo a través de permitir y producir películas como el Castillo de la Pureza, Canoa, Las Poquianchis, el Apando y la Pasión según Berenice, casi todas con una afán de crítica social. Ya a finales del mismo periodo gubernamental nuevamente mostró las garras de su control “nacionalista revolucionario”, cuando vía un pretexto por invasión de tierras, propiedad de la cooperativa Excélsior, del diario del mismo nombre, provocó la destitución de su director, Julio Scherer. Acción dirigida desde el trono presidencial para callar un medio crítico, pero sobretodo a la libertad e imprenta, de expresión. Seguramente se añora y por eso se repite el servicio brindado de la televisión de estado, desdibujada ante el afán de convertirse en el emisor de “su verdad “que lo mismo dio paso a este cine nacional que desdibujó la televisora de estado. Se añoran los principios de los 80s cuando la “felicidad” se dentro en el petróleo, efímera alegría del engaño y la falta de visión y saber escuchar a quienes lo advertían desde la iniciativa privada, así el peso se devaluó en un 555 por ciento y aún se recuerda el llanto que desde la tribuna legislativa y bajo el grito de “¡Defenderé el peso como un perro!” se terminó por nacionalizar la banca. Así durante estas décadas que hoy se añoran desde palacio, de la recuperación del Tlatoani y la obediencia ciega de los súbditos, que en aquellos años eran reprimidos si no aceptaban su mandato y callaban. Hoy las voces discordantes son fustigadas desde el templete mañanero llamándolos fifís, conservadores, miembros de la mafia del poder, si se niegan a aceptar que las libertades ganadas por la sociedad se vean reprimidas por un emisario del pasado. No podemos regresar a los años de sumisión, de la obediencia absoluta a la figura presidencial, a la tiranía, absolutismo heredado del emperador azteca, del virrey, del caudillo o del dictador. No podemos dejar que se quite la participación formal de los ciudadanos y mucho menos permitir que los comicios regresen a manos del gobierno en turno. No podemos dejar que se nos vuelva humillar y mucho menos vernos reducidos a una decisión que toma el presidente en turno, no permitamos que las mentiras y engaños destruyan lo ganado por la vía democrática y mucho menos que el órgano autónomo que da pie a que los ciudadanos vigilemos las elecciones sea destruido, apoyemos y mantengamos por todo y ante todo la autonomía del Instituto Nacional Electoral, no permitamos que la transformación de México se detenga y se regrese al dominio de un solo hombre o partido. Como ciudadanos libres defendamos nuestras instituciones, votemos por ellas y por nosotros el próximo 6 de junio por la libertad, no permitamos el regreso a los 60s, 70s, 80, a eso que añora un hombre, que no por su edad sino por el desconocimiento del mundo y como gira, pretende llevarnos al pasado. No permitamos que su ambición por ser reconocido como el nuevo Cárdenas, el López Mateos, Luis Echeverría y hasta el mismo López Portillo, nos arrebate nuestro país por su ambiciosa añoranza del pasado y convertirse en el nuevo Tlatoani.