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Víctimas narran delitos, casos de acoso y actos sospechosos realizados por taxistas y operadores de Uber; historias como la de Mara podrían repetirse en cualquier parte del país
02:03 lunes 16 octubre, 2017
Investigaciones EspecialesMara Fernanda Castilla Miranda salió de su casa la noche del 7 septiembre para divertirse con sus amigos, pero jamás regresó a su hogar. La madrugada del día siguiente tomó un servicio de transporte Cabify, después de salir de un bar, sin embargo, el chofer nunca la llevó a su destino. Una semana después, hace exactamente un mes, fue encontrada sin vida en un tramo de la carretera Puebla-Tlaxcala.
Su historia conmocionó al país, pero sobre todo, puso en la agenda pública el tema de la seguridad en los servicios de transporte. ¿Qué garantías tiene un usuario al abordar un taxi, un Uber o cualquier otro sistema de transporte? Muy pocas: esa es la respuesta.
Y aunque en San Luis no se tiene registro de un caso como el de Mara, los asaltos en taxis y el acoso sexual por parte de choferes de varios servicios de transporte a usuarias está a la orden del día. Si no se toman las medidas de prevención pertinentes, lo que para muchos podrían ser actos inofensivos, pueden terminar en la muerte de las pasajeras.
UN TAXI VIEJO
Esther Ramírez, como le llamaremos por motivos de seguridad, es una joven de 23 años, que trabajó para una cadena de tiendas de conveniencia en la comunidad de Milpillas, en Mexquitic de Carmona. Todos los días terminaba su turno laboral a las 10:30 de la noche.
Inmediatamente pedían el servicio de taxi a una base que les había recomendado su jefe. El servicio era confiable, pero tardado. Aunque ella y otro compañero salían a las 10:30 pm, su unidad pasaba a recogerlos hasta la media noche. Siempre les pitaba en cuanto llegaba e incluso ya conocían a varios choferes.
Pero una noche, el taxi llegó más rápido de lo común. A las 11 en punto se estacionó y tocó el claxon. Por error, Esther había olvidado anotar el número de la unidad. Notó que el taxi era viejo, descuidado, muy sucio por dentro, pero como ya se quería ir se subió.
Se sentó en la parte trasera, mientras su compañero se sentó en el asiento del copiloto. El taxi inició su marcha rumbo a una colonia de Milpillas donde vivía su compañero.
“Se metió a un fraccionamiento. Un fraccionamiento donde estaban construyendo casas. Nos dijo que iba a ir por unas llaves. Llegó hasta donde topó la calle, no vimos ninguna casa con puertas, ni ventanas, donde pudiera recoger las llaves. Nos quedamos adentro del taxi”.
“Volteó mi compañero y me dice: esto se me hace muy sospechoso, porque yo no veo ninguna casa. Se mete el taxista, le pone una navaja a mi compañero en la cintura y le dice que de allí ya no nos vamos a mover hasta que llegaran sus compañeros”.
Como pudo, el joven logró salirse del taxi y Esther salió corriendo detrás de él. Se escondieron entre la maleza y luego en algunas de las casas en construcción. El taxista los siguió, pero no pudo dar con ellos, luego insistió en buscarlos en su vehículo, pero tampoco tuvo suerte. Luego de varios minutos de angustia el taxista optó por irse. Los dos jóvenes se quedaron en medio de la nada, rodeados de oscuridad. Como pudieron le hablaron a su jefe, quien tuvo que ir por ellos.
Lo primero que hicieron al llegar a la tienda donde trabajaban fue hablar a la base que les había enviado el taxi, pero las noticias no fueron nada buenas:
“Marcamos a la base, nos dicen que ellos no tienen ese numero de taxi, nos dicen que posiblemente fue un taxi pirata, que reciben las llamadas y luego van por el servicio.
Mi jefe les dijo que si no tenían seguridad y ellos le respondieron que los piratas se meten a la frecuencia de ellos, se dan cuenta cuando les marcan las personas y luego van por ellas. Mi jefe se preocupó mucho por nosotros. Mejor se cambió de base”.
Desde entonces Esther vive con miedo. Toma un taxi solo si va acompañada y siempre se fija que el chofer traiga su carnet a la vista y una calcamonía con el número de la base. Si no trae estos datos pide que la bajen de inmediato.
QUÉ BONITAS PIERNAS TIENES
Rocío Hernández (como le llamaremos también por motivos de seguridad), es una joven originaria de Puebla. Llegó a vivir a San Luis hace más de 5 años por motivos laborales. La ciudad siempre le ha parecido segura, pero admite que en los últimos dos años la situación está cada vez peor y ya ni en Uber se puede confiar.
Recientemente tomó un servicio de Uber rumbo a su casa. Siempre le ha parecido un servicio profesional, pero esta vez la historia fue muy diferente. De la incomodidad pasó al miedo, a temer por su seguridad.
“Un tipo empezó a decirme que qué chidos tatuajes, luego que qué bonitas piernas, que mejor en lugar de llevarme a mi casa me invitaba una chela. Me pidió mi teléfono. Muy incómodo el momento”.
Rocío lo rechazó tajantemente y no volvió a dirigirle la palabra durante el viaje, lo que quería era bajarse de la unidad. En cuanto llegó a su destino lo reportó en la plataforma, pero desconoce si recibió alguna sanción.
AHORA UNA CREDENCIAL
Marisa López, otra usuaria de Uber con nombre ficticio para protegerla, iba regresando de una reunión con una amiga. Decidieron tomar Uber, por ser un servicio más confiable. Primero llevaron a su amiga a su casa y de allí llevarían a Marisa a la suya.
Hasta el domicilio de su amiga el servicio fue muy profesional, pero cuando el chofer le pregunta a Marisa la dirección de su casa empezaron los problemas.
“Le dije que mi casa estaba ubicada por tal zona. Me dijo: lo que pasa es que se me quedó una credencial de elector en un fraccionamiento cercano y me pidió si podíamos pasar antes, que la había dejado en la caseta de vigilancia”.
“Le pregunté el lugar exacto, pero no me lo daba. La solicitud me pareció rara, que no pudiera ubicar el fraccionamiento me dio más desconfianza, no te cobro –agregó-. Le dije que no, que prefería que me llevara a mi casa. En el trayecto me dijo: no vayas a pensar mal y seguía reiterando esta parte: está por aquí, pero no hacía referencia a un punto en específico”.
Marisa llegó a su destino sana y salva, pero nunca ha dejado de pensar qué pudo haberle pasado si hubiera aceptado la propuesta del conductor.
“La garantía de Uber es que es un viaje seguro y que tiene procedimientos de capacitación y filtros para ser chofer. Hice la queja ante Uber, pero es tiempo que todavía no recibo respuesta”.