Vínculo copiado
¿Qué le gustará más a Donald Trump, ser famoso o ser el presidente de Estados Unidos? Por curiosidad, habría que echarle un vistazo al viejo reality show El aprendiz, o, mejor aún, a sus políticas arancelarias
00:02 lunes 12 mayo, 2025
ColaboradoresHubo un momento cortito (pero luminoso) en que Megan Fox calificó como símbolo sexual. También un tiempo en que Kanye West parecía un visionario, y 5 minutos en que no fue insensato decir que Robin Thicke tenía onda. Aunque no lo crean millennials y centennials, hubo dos o tres años en que cupo calificar a Donald Trump de simpático.
Eran tiempos de El aprendiz, aquel reality show cuyos villanos desmesurados y retos esperpénticos no parecían dejar lugar a dudas de su talante grotesco y su vis cómica. En ese contexto, el Trump anfitrión, repantigado como un gato risón anaranjado en un boardroom de caricatura, no podía ser sino chiste gigantesco, tan digno de terror como esos felinos orientales mecanizados que mueven la patita en señal de buena suerte. Un constructo pop. Una broma kitsch. Entretenimiento puro.
Su primer paso por la Presidencia de Estados Unidos –mediocre, histriónico y obtuso pero no irrespetable– le dio una imagen mucho más temible: quien parecía un bufón se revelaba un político de ideas raras y métodos osados… pero todavía encuadrable en parámetros habituales. Es apenas ahora que nos percatamos de que Trump es, en realidad, El Rey de la Comedia.
“Más vale ser rey por una noche que un idiota toda la vida” es el lema de Rupert Pupkin (Robert De Niro) en la película homónima de Martin Scorsese sobre un aspirante a standupero capaz de secuestrar y asesinar con tal de salir en televisión. Resulta irresistible la comparación con el presidente estadounidense, cuyo secuestro de la conversación y asesinato de las formas democráticas acaso no persigan más que lo que El aprendiz le prodigara en sus buenos años: el reflector.
La de esta semana es justo sobre la industria del entretenimiento. Que va imponer 100 por ciento de aranceles a “las películas venidas de tierras extranjeras”, declaración tan incendiaria como ambigua. ¿Pelicula es sólo la que se filma o también la que se graba? ¿Lo que es exhibido en cines o también lo que vive en plataformas? ¿Venir de tierras extranjeras significa producido fuera de Estados Unidos o basta con tener financiamiento foráneo? ¿Una sola secuencia podrá redundar en condena o será especificado un porcentaje del pietaje?
En efecto, cada vez se filma menos en Estados Unidos a falta de un mecanismo federal de incentivos fiscales a la producción cinematográfica que países como Canadá, Australia y Hungría han sabido capitalizar. Es ésa la política pública digna de atención en un contexto en que los mercados extranjeros representaron en 2024 el 70.6 por ciento de los ingresos de taquilla, lo que haría de la cinematografía estadounidense el principal perdedor en caso de una guerra arancelaria.
¿Piensa el presidente Trump en ello? No. Más de 20 años después, lo único que quiere es salir en la tele. Diciendo “You’re fired!”.
POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
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