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¿Qué son casi tres mil iniciativas para la comunidad de legisladores que tenemos en México?
00:10 sábado 27 diciembre, 2025
Colaboradores
¿Qué son casi tres mil iniciativas pendientes para la comunidad de legisladores que tenemos en México?
Tal vez nada más que una cifra incómoda para cerrar el año: una estadística que no estorba cuando la política se ejerce más como espectáculo que como responsabilidad.
El cierre de 2025 deja una sensación persistente: más ruido que resultados. Diputados y senadores insisten en el viejo discurso del honor que implica servir al pueblo, mientras el escenario político se llena, una vez más, de bravatas, pleitos y poses. El trabajo legislativo, ese por el que se les paga, suele quedar para después… o para nunca.
El caso de Cuauhtémoc Blanco terminó por convertirse en una burla difícil de disimular. No presentó una sola iniciativa en el año, ni en lo que va de su periodo como diputado. A eso se sumó el episodio de una sesión virtual abandonada para jugar pádel, solicitar asistencia sin confirmar su validez y desaparecer de la discusión. Más que una anécdota, fue un retrato: el de una clase política que abandona. Lo incómodo no es que Blanco haya hecho algo distinto, sino que hizo exactamente lo mismo que muchos otros, solo que sin el cuidado de simular que trabaja. Lo que dolió fue la forma, no el fondo.
Otros personajes completaron el cuadro. Gerardo Fernández Noroña se empeñó en construir su papel de víctima permanente, incluso cuando el país arrastra tragedias que exigen empatía, no protagonismo. Su trato hacia madres buscadoras y víctimas de desaparición y asesinato, así como el episodio con Grecia Quiroz, viuda de Carlos Manzo, evidenció una desconexión alarmante. Eso sí, destacó en vuelos de primera clase, autos de lujo y viajes lejanos, para cerrar el año con una conferencia de prensa desierta y un reclamo público porque, según él, los insensibles somos los demás.
Del otro lado, Alito Moreno terminó de consolidarse como símbolo del deterioro de la oposición en México. Un personaje gris, sin logros visibles, cuyo mayor aporte en el año fue competir por el título de impresentable y protagonizar golpes, gritos y jaloneos con Noroña. Cuando no hay ideas, el espectáculo se vuelve el único recurso.
Las casi tres mil iniciativas pendientes son el espejo de esta pobre calidad política. Los vemos ocupar primeras planas por sus diferencias en el Pleno; por ser estridentes, no por ser efectivos. Citlalli Hernández, Lilly Téllez o Pedro Haces aparecen más por el ruido que por la solución. Se culpan unos a otros en una simulación constante de ideologías firmes y principios incorruptibles, aunque todos saben que en México las bancadas se cruzan con la misma facilidad con la que cambia el viento o el mejor postor.
Y los ejemplos abundan, no terminaríamos: Adán Augusto sorprendido en el Senado viendo partidos de la Champions dos veces; Isidro Villegas dormido, quizá pensando que la pesadilla en que han metido al pueblo requería ignorarla para aparecer en portadas; o Lilly Téllez, que grita improperios a Fernández Noroña desde el estrado, complementando así la decadencia de la oposición y la necesidad quirúrgica de una política seria. Algo que realmente merezcamos como mexicanos.
Y, como suele ocurrir, la cereza del pastel llegó en la curva final del año: el aumento a sus sueldos, bonos y aguinaldos. Ahí sí hubo votaciones unánimes. Sin gritos, sin jaloneos y sin discurso grandilocuente. Cuando se trata de su bolsillo, la clase política mexicana encuentra acuerdos con una eficiencia que nunca muestra frente a los problemas del país.
Casi tres mil iniciativas pendientes no son un accidente: son la consecuencia lógica de una política que abandonó la responsabilidad y se quedó con el ruido. Será hasta febrero —mes en que vuelven de sus (in)merecidas vacaciones— cuando esas iniciativas tomen forma: quizá en debates provechosos para mejorar la vida política en México —sería mucho pedir—, o quizá solo para presenciar la apertura de telón de la misma tragicomedia que cambia de actores, pero no de guion.
Y aquí va la reflexión que nos toca a todos: preocuparnos por la calidad de esta clase política no es un acto de queja, sino de cuidado colectivo. Lo que vemos en el Congreso se replica en estados y municipios; lo que toleramos o aplaudimos aquí se traduce en decisiones que afectan directamente nuestra vida cotidiana. Si queremos otra política, debemos empezar por exigirla y vigilarla desde abajo. Como dijo Mahatma Gandhi:
“Sé el cambio que quieres ver en el mundo”.