Envía la señal de que en México el destino de las grandes empresas debe ser familiar, o en el mejor de los casos, propiedad de fondos de inversión Resulta sumamente simbólico que el empresario más notorio de México, Carlos Slim, ya no quiera que una de sus empresas más grandes, Grupo Sanborns, cotice en la Bolsa Mexicana de Valores. Slim hizo su carrera inicial hace décadas realizando transacciones bursátiles; por lo que el hecho de que su empresa le dé la espalda a ese mercado reviste un mensaje especial: no hay ventajas de permanecer ahí.  Es una pena que el mercado bursátil esté siendo tan despreciado por parte de los empresarios relevantes para financiarse vía capital. Este anuncio de Slim envía la señal final de que en México el destino de las grandes empresas debe ser familiar, o en el mejor de los casos, propiedad de fondos de inversión. Pero no públicas, no rindiendo cuentas al público ni a la autoridad cada trimestre, y poco reguladas.  Hay que repetir que resulta ensordecedor el silencio del secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, al respecto. En esta columna hemos repetido hasta el cansancio que en estos años los mercados bursátiles de varias partes del mundo han continuado enlistando nuevas empresas de manera vigorosa. En Polonia, país que hasta 1989 era comunista, este año ha habido nueve ofertas públicas iniciales en el primer semestre, mientras que en el periodo comparable de 2021 hubo 19.  De hecho, en Varsovia, la bolsa de valores está situada en el mismo edificio que antes fue la sede del Partido Comunista. Ese simbolismo habla del vigor del capitalismo que abrazan los polacos hoy. Y por esos simbolismos es tan grave que Slim desprecie ahora al mercado bursátil mexicano para Sanborns.  La noticia de su desenliste debería encender todas las alarmas financieras del país, y la acumulación de otros desenlistes debería originar que se convoque a una reunión urgente del Consejo Coordinador Empresarial, de Francisco Cervantes, para diagnosticar la profundidad del deterioro del mercado de capitales. Pero tristemente eso no ocurre, porque México vive una sedación financiera colectiva: un estado intermedio de conciencia en el que una gran mayoría de gente continúa pensando confusamente que el valor económico lo debe crear el gobierno. Entretanto, éste no encuentra las vocaciones industriales en las que tendrían que enfocarse emprendedores y empresarios.  Somos testigos en tiempo real del desfonde de los pilares que sostienen al mercado bursátil. Y a nadie parece importarle. De hecho, hasta parece que les da gusto que las empresas serán cada vez menos institucionales.  RAPPI 

La plataforma de tecnología y entregas Rappi, de Alejandro Solís, se ha convertido en una destacada incubadora de emprendimiento en América Latina. De entre sus excolaboradores han surgido ya 150 nuevas empresas; 23 de ellas en México. Y su negocio va que vuela: este año ha iniciado operaciones en 40 ciudades adicionales. POR CARLOS MOTA

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