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Que Morena sea la aplanadora electoral que es, se debe, entre otras cosas, a que desde su formación se nutrió de personas con muy distintas trayectorias
00:02 sábado 10 mayo, 2025
ColaboradoresLa disputa interna en Morena escala. La batalla es intestina. La prudencia en algunos, desaparece. Los puros, que se asumen dueños del partido-movimiento, buscan imponerse por la fuerza. El ala más radical es sectaria e intolerante. No pocos de quienes militan en el polo más extremo de la 4T se piensan con la autoridad moral de definir quién sí y quién no puede formar parte de Morena. No parecen notar que sabotean al partido, van en contra de su propio origen -y éxito electoral-, y patean a la gallina de los huevos de oro. Que Morena sea la aplanadora electoral que es, se debe, entre otras cosas, a que desde su formación se nutrió de personas con muy distintas trayectorias, perfiles e ideologías. Desde sus inicios, AMLO abrió al partido a todos quienes quisieran sumarse. Así llegaron personajes con historias muy diversas y, en no pocas ocasiones, se encontraron en el mismo movimiento quienes no podían verse ni en pintura. El pragmatismo político los llevó a ganarlo casi todo. Sin las constantes incorporaciones de políticos de todos los partidos políticos, jamás habrían tenido el éxito electoral que hoy presumen. Por eso el sectarismo no parece buena idea, mucho menos resulta estratégico. “Cuánta mayor apertura, mejor. No es aceptable el maniqueísmo, los políticos no se dividen entre buenos y malos, se distinguen sobre todo por actuar en determinadas circunstancias (…) no se trata de buenos y malos, o de quién llegó primero. Eso tiene que ver con la congruencia. No se puede cuestionar o juzgar a priori y a rajatabla. Hay que cuidar los principios, sí, pero debe concederse el beneficio de la duda”, escribió López Obrador en su más reciente libro: ¡Gracias! El creador del partido, rebasado por quienes se asumen dueños del mismo. Desde luego hay personajes polémicos, unos más queridos que otros, pero es innegable que la política de puertas abiertas, y de alianzas, ha llevado -para bien y para mal- a la 4T a donde está. El más reciente episodio lo vimos esta semana. Los duros de Morena se lanzaron con todo contra la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, y la presidenta Claudia Sheinbaum, por el nombramiento del exalcalde de Cuajimalpa y exdiputado, Adrián Rubalcava, en la dirección del STC Metro. Una parte del ala más radical criticó su llegada. Sin sentido estratégico y tacto de elefante, a través de redes sociales y medios afines, algunos youtuberos y propagandistas disfrazados de periodistas, vapulearon al nuevo titular del Metro, que lejos de resultar damnificado salió fortalecido porque terminó siendo cobijado y defendido públicamente por Brugada y Sheinbaum. Al nuevo director del STC, el golpeteo lo afianzó políticamente en su llegada; para la Jefa de Gobierno y la presidenta, sirvió para medir lealtades. Varios derraparon y terminaron exhibiéndose. En el fondo, quedó expuesta (otra vez) la fisura interna. La “unidad” pregonada el pasado fin de semana en el Consejo Nacional morenista, no es tal. Lo notable, ahora, es que hay quienes se sintieron con el poder de retar a Brugada y Sheinbaum. Y aunque les salió el tiro por la culata, para ambas, es un aviso que no pueden desatender: alguien tiene que meter orden en el partido, antes de que las batallas internas y las fobias de algunos escandalosos, descarrilen la 4T. POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
@MLOPEZSANMARTIN