“El maestro que es verdaderamente sabio no te invita a entrar en la casa de su sabiduría, sino que te lleva al umbral de tu mente”. Kahlil Gibran.

La reciente crisis sanitaria y la afectación en la marcha regular de la educación en todos los niveles a nivel global no solo generaron nuevos retos, sino que pusieron en evidencia las limitaciones que enfrentan muchos países, respecto de la capacidad de sus modelos educativos, para enfrentar los requerimientos presentes y futuros de la educación.

De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, la pobreza de aprendizaje se incrementó significativamente como resultado de la pandemia y muchos países enfrentan no sólo los problemas de rezago previo, sino la dificultad para crear mecanismos y políticas eficaces que permitan subsanar las pérdidas de aprendizaje que afectaron a niños y jóvenes y que comprometen seriamente su capacidad de desarrollo futuro y su inserción futura en el mercado laboral; generando asimismo, una seria limitación a sus posibilidades de bienestar financiero futuro.

Una de las conclusiones del Banco Mundial, es que el nivel actual de financiamiento a la educación en la mayor parte del mundo, pero particularmente en economías emergentes y en las no desarrolladas, es que este financiamiento es bajo y no responde a las necesidades objetivas de la educación.

Para 2022 muchas economías desarrolladas habían destinado recursos adicionales para buscar la recuperación de los modelos educativos, pero en la mayoría de los países de menor nivel de ingreso, no existió política pública adecuada para enfrentar a este retroceso.

En el informe “The Adequacy of Public Expenditure on Education and the Needs Post-COVID-19”, se destaca que, si bien a nivel de indicador muchos países, incluyendo México, parecían estar dentro de los estándares de recomendación sobre la proporción de gasto orientado a la educación (como proporción del PIB o como porcentaje del gasto público), el gasto per cápita presenta diferencias significativas que afectan la calidad de la educación y la capacidad de mejorar su utilidad como mecanismo de movilidad social.

Como comparación dramática, mientras que en los países de ingreso más alto el gasto por niño en edad escolar es de 7800 USD, en los países de ingreso mediano alto es de 980 USD y en los países de ingreso bajo de apenas 53 USD.

En países como México se requiere un doble esfuerzo. Por un lado, incrementar el nivel efectivo del gasto en educación y, por el otro, garantizar una mayor eficiencia en dicho gasto; de forma tal que repercuta de manera eficaz en la creación de conocimientos y habilidades necesarias para la mejora de las condiciones de vida y para contribuir también a mejorar la equidad disminuir gradualmente la profunda desigualdad social.

Evidentemente, uno de los componentes fundamentales de la mejora en la calidad de la educación, que acompañen cualquier incremento en gasto, está asociado al establecimiento de mecanismos puntuales de capacitación hacia los docentes. De lo contrario, se reproducen modelos como los que hoy existen en países de ingreso bajo, en los que casi dos tercios del gasto total en educación se dirige a los docentes, pero sin que ello genere un incremento en su eficacia como generadores de habilidades de comprensión y utilización del conocimiento.

En México, un obstáculo para lo anterior radica en que durante décadas la discusión sobre el papel y características de los docentes se encuentra sujeta a una discusión política e ideológica y menos en la necesidad imperiosa de que, a través de la educación, mejoramos la calidad de vida futura de la población.

El autor es politólogo, mercadólogo, financiero, especialista en economía conductual y profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. CEO de Fibra Educa y Presidente del Consejo para el Fomento del Ahorro Educativo de Mexicana de Becas. [email protected] – síguelo en Twitter @martinezsolares