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La verdad es que no se puede acompañar así como así a los movimientos del gobierno del presidente Donald Trump contra Venezuela
00:10 domingo 2 noviembre, 2025
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El incremento de la fuerza naval estadounidense pone al gobierno mexicano ante una serie de dilemas de aparente fácil respuesta pero con consecuencias de largo plazo. Más allá de las simpatías que el presuntamente progresista régimen de Nicolás Maduro pueda despertar en el ala izquierda del partido de gobierno en México, están los intereses nacionales mexicanos y la realidad de una vecindad que a querer o no debe pesar a la hora de las decisiones. La opción parecería simple. Pero la verdad es que no se puede acompañar así como así a los movimientos del gobierno del presidente Donald Trump contra Venezuela, aun si las acusaciones de delincuencia que postula fueran ciertas. Aceptar sin protestas la aplicación de una doctrina unilateral, aun contra un régimen antidemocrático y tramposo como el de Maduro, es conceder un derecho de vida y muerte sobre el propio país. La doctrina de política exterior, más o menos seguida por el gobierno mexicano hace ya casi un siglo, implica el rechazo a las intervenciones militares, el respeto a la autodeterminación, y el derecho soberano de mantener o no relaciones con gobiernos de facto. Pero el mundo que le dio origen ya no existe, excepto en los programas de televisión y las nostalgias. Ahora... Los principios persisten, aunque la aplicación de las tesis de la Doctrina Estrada ha variado según la interpretación y hasta caprichos heredados, como en el caso peruano. El hecho es que hay un punto esencial: la negativa a aceptar la fuerza como argumento definitivo de la política y la diplomacia internacionales. Cierto, el derecho difícilmente resiste a los tanques, pero los sobrevive. Cierto también, la verdad se impone a la trampa política. Eventualmente. Se puede reconocer al régimen Maduro como lo hizo el gobierno López Obrador y justificarlo en la no-intervención en asuntos internos, aunque con un gesto de desagrado por la forma en que retiene el poder y luego mantenerlo a distancia, al menos en apariencia. Pero la realidad es que eso no quita el estigma de fraude electoral, ni la secuela de exilios y crisis que acompaña a Maduro y su gobierno, sea responsable o no de narcotráfico, aunque sí de la salida de millones de refugiados. Todo eso, sin embargo, no es como para aceptar voluntariamente tutelas no pedidas. La Doctrina Monroe es suficientemente vaga, pero el Corolario Roosevelt es preciso y otorga a los EU el "derecho y el deber" de intervenir en América Latina en casos como inestabilidad gubernamental, incumplimiento de obligaciones o ante la amenaza de intervención europea para cobrar deudas. Eso no se puede aceptar. Cierto que el realismo indica que no se puede evitar, ante la evidencia de la superioridad militar y económica, de que Estados Unidos son el hegemón indiscutido y que económicamente son de lejos. Pero esas consideraciones obligan a que el gobierno mexicano deba mantener una cuidadosa defensa del principio, no de gobiernos que como el de Maduro se presenten como "los buenos" simplemente porque son objeto de la agresión del "malo". POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR [email protected] @CARRENOJOSE