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Si Donald Trump fuera un personaje de Looney Tunes, no sería Silvestre sino Piolín
00:10 jueves 28 agosto, 2025
ColaboradoresSi Donald Trump fuera un personaje de Looney Tunes, no sería Silvestre sino Piolín.
Silvestre es un falso villano. Un literal muertodehambre movido por el deseo y el afán de trascendencia, opuesto exacto del Gato de Cheshire de Lewis Carroll, antípoda de esos felinos solipsistas de T. S. Eliot absortos en la contemplación de su inefable, efable, efainefable nombre. Un self-made cat en permanente lucha por la supervivencia.
Piolín es el personaje de verdadero talante felino –calculador y trapacero, siempre tres jugadas adelante– a quien divierte engañar a su presa, impostar una identidad ajena sin más fin que el distractor, aprovechar la finta para asestar el golpe tanto más cruel porque jamás mortal. (Silvestre gemirá de hambre por siempre, por siempre atizado por el garrote / machucado en la jaula / arrojado por la borda por el maquiavélico Piolín.)
“Mucha gente está diciendo ‘Quizás querríamos un dictador’”, suelta Trump mientras firma órdenes ejecutivas, como quien dice “Me parece que estoy viendo un lindo gatito”: misma ingenuidad fingida, idéntica celada a una presa fácil por crédula. “Mucha gente está diciendo ‘Quizás querríamos un dictador’”, suelta Trump, y la prensa cae en su juego como Silvestre en el de Piolín. “Trump sugiere que los estadounidenses preferirían una autocracia”, encabeza Time; “Trump cavila sobre ser dictador”, titula Forbes: alimento para el doomscrolling que distrae de la verdadera noticia del día –la militarización de la seguridad pública de Washington D.C., decretada justo mientras el presidente estadounidense hacía sus gracias– y del verdadero problema de fondo: la extensión de las facultades presidenciales más allá de lo democrático, la falla del sistema que lo permite, y unos medios de comunicación más interesados en lo que dice que en lo que hace.
Lo que Trump declaró es: “Mucha gente está diciendo ‘Quizás querríamos un dictador’. No me gustan los dictadores. No soy un dictador. Soy un hombre con gran sentido común y una persona inteligente”. Lo que equivale a nada: no se retractó de sus decisiones autoritarias –instrumentaba una mientras profería esa declaración–, tampoco anunció su segunda candidatura a la Presidencia y menos la abolición de las elecciones: business as usual, un día como cualquier otro en la tierra del pánico moral.
Por desgracia, allende la Casa Blanca, hay un efecto: el encono que se profundiza. Ante la falta de rigor periodístico del encabezado, el universo MAGA ve confirmados sus prejuicios: haga lo que haga Trump, diga lo que diga, el Establishment Mediático Liberal (marca ACME) seguirá demonizándolo. Mejor entonces enfundarse esos great jeans y perseverar en la destrucción de ese sistema que nunca los representó. Y, como Silvestre y Piolín, vuelta a empezar al siguiente día.
That’s all, folks!
POR NICOLÁS ALVARADO
COLABORADOR
IG y Threads: @nicolasalvaradolector