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Y 40 años después, el narcotráfico es un problema para el gobierno, dentro y fuera del país
00:02 martes 3 junio, 2025
ColaboradoresEl viernes pasado una veintena de periodistas, muchos de la tercera edad, nos reunimos en la llamada Plaza del Periodista, o Plaza de Francisco Zarco, donde un pequeño monumento recuerda el asesinato de Manuel Buendía, el 30 de mayo de 1984. Viene esto a cuento porque el de Buendía podría ser considerado como el primer asesinato donde se habló del cruce de intereses entre algunas autoridades –civiles y militares– y narcotraficantes, que se afirma el periodista había descubierto y se disponía a divulgar en su columna Red Privada. El día del asesinato Buendía se había reunido para comer con José Antonio Zorrilla Pérez, director de la Dirección Federal de Seguridad, la Policía política y de contraespionaje del régimen dependiente de la Secretaría de Gobernación que entonces ocupaba Manuel Bartlett. Horas después, Buendía fue baleado por la espalda, por un hombre que huyó a bordo de una motocicleta conducida por otro. Zorrilla y otros cinco hombres fueron detenidos, acusados por el crimen y sentenciados a penas de hasta 35 años de prisión. Pero siempre sostuvieron que fueron "chivos expiatorios". El tema del narcotráfico y su impacto en México causó mayor impacto al año siguiente, cuando en marzo de 1985 el agente de la Agencia Antidrogas estadounidense (DEA) Enrique Kiki Camarena fue secuestrado, torturado y asesinado en Guadalajara por órdenes del narcotraficante Rafael Caro Quintero. Y otra vez, se especuló con las vinculaciones de algunas autoridades. Uno de los nombres mencionados –en voz baja en México, más abiertamente en Estados Unidos– fue el del Secretario Bartlett, que todavía como gobernador de Puebla en la década de los 90 pagaba abogados en Estados Unidos para enfrentar los señalamientos, filtrados por la DEA. Pero a la fecha su nombre está ligado al caso Camarena. Y 40 años después, el narcotráfico es un problema para el gobierno, dentro y fuera del país. El asesinato de Buendía fue un "crimen de estado" y al paso de los años no ha sido el único. De 2000 a la fecha, 172 periodistas han sido asesinados por su trabajo, por narcotraficantes y autoridades locales, tanto como por causas ajenas. Pero eso está en el misterio porque la inmensa mayoría de los asesinatos, como los de decenas de miles de muertos durante los últimos 30 años, siguen sin resolverse y sin que los sucesivos regímenes de los partidos Revolucionario Institucional, de Acción Nacional y Morena hayan ido más allá de la retórica para esclarecerlos. La Plaza Zarco y los dos monumentos en ella, la estatua del prócer del siglo XIX y una placa del periodista abatido, están ahí, en evidente descuidado, en reflejo aparente del desinterés de los gobiernos en conmemorar una libertad de expresión y una actividad a las que unos rindieron homenaje "de dientes afuera" y los más recientes desdeñan porque creen que están rebasadas por las redes y por "influencers" menos escépticos. Pero pese a todo, su "verdad" no es absoluta. POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
@CARRENOJOSE