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Tenía rato estirando la liga, hasta que se rompió el pasado miércoles cuando un pleito cantado tiempo atrás entre él y el senador y presidente del PRI
00:10 sábado 30 agosto, 2025
ColaboradoresGerardo Fernández Noroña tiene años insultando, injuriando, agrediendo y forcejeando. Es provocador y altanero. Lo ha sido siempre, pero ahora, durante su trayecto por la presidencia de la Mesa Directiva del Senado, lo fue más. Empoderado, exhibió, además, otros rasgos de intolerancia, aderezados con dosis de autoritarismo. Ha utilizado ese cargo institucional para beneficiar a su grupo político; silenciado voces que le incomodan; callado a legisladores de oposición y repartido groserías.
Tenía rato estirando la liga, hasta que se rompió el pasado miércoles cuando un pleito cantado tiempo atrás entre él y el senador y presidente del PRI Alejandro Moreno Cárdenas, terminó en empujones y manotazos.
Noroña ahora quiere jugar el rol de víctima. Como si las agresiones de aquella tarde fueran generación espontánea y no tuviera responsabilidad alguna. Que se lo compre quien no lo conozca. Él mismo gritoneó, mangoneó e insultó a legisladores aquel día. Se ensañó con la senadora Lilly Téllez a quien dijo “no tiene derecho a hablar”. Es más, hasta retó al diputado Federico Döring. “El primero de septiembre estoy a sus órdenes en el terreno que quiera”, le espetó.
Por dantesco que haya sido el espectáculo, y ridículo el envoltorio del mismo (como presentar “herido” a un colaborador -el ahora famoso hombre de verde Emiliano González-, con todo y aparatoso collarín y vendaje, tras caer al piso empujado por ‘Alito’, aunque minutos antes haya caminado sin mayor problema por el Pleno, a la vista de todos), ese zafarrancho, no puede esconder lo inocultable.
El aún presidente del Senado debe respuestas. Comenzando por su estilo de vida de millonario, que incluye distintas propiedades y una apretada agenda de viajes.
¿Cuántas personas tienen una casa de descanso de mil 200 metros cuadrados con valor de 12 millones de pesos? ¿Cuántos dos vehículos por más de 2 millones de pesos? ¿Cuántas viajan en primera clase y van a Europa dos o tres veces por año?
Nada de eso sería cuestionable si los números cuadraran; si las cuentas dieran entre el sueldo recibido y lo gastado. Pero no. A Gerardo Fernández Noroña, sus ingresos no le dan para la vida que ahora disfruta.
La casa que presume en Tepoztlán dice que la compró con un crédito que está pagando. No explica, por cierto, quién le prestó dinero para el crédito, que no es hipotecario, sino personal. Dice que gana 320 mil pesos al mes (132 mil como senador y 188 mil por Youtube, pero con sus vistas y seguidores estaría lejos de la cifra: no alcanzaría 25 mil pesos mensuales). ¿De dónde sale el dinero, entonces?
Eso de la “justa medianía” y el tan cantado “no somos iguales” quedó en pura saliva. Ahora dice que no tiene “ninguna obligación moral de ser austero”.
El problema no es ni los viajes ni dónde vive: el tema es la hipocresía y contradicción. El descaro y la mentira lo retratan de cuerpo entero.
En 2012 no tenía trabajo, dijo que remataba sus libros para comer, orinaba coladeras en gasolineras porque no quería pagar 7 pesos, para entrar al baño. Ahora es un político millonario.
Noroña pasó de vivir en un sencillo departamento en una vecindad en el Centro de la CDMX, a tener una casa de descanso en Tepoztlán. Sus ingresos no le dan para la vida de lujo que se da.
El senador debe muchas explicaciones. Y ni la zarandeada a manos de ‘Alito’ ni el rol de víctima que quiere protagonizar, deberían hacernos olvidar que estamos ante un personaje repleto de contradicciones, hipocresía, y quizá varios delitos.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
COLABORADOR
@MLOPEZSANMARTIN