El presidente nacional del PRI no solo acabó con su partido, sino que lo quiere enterrar. Desde hace rato atestiguamos el funeral del tricolor, ahora sabemos que Alejandro Moreno Cárdenas será el sepulturero. Del PRI no queda casi nada. Tampoco queda casi nadie. Se acabó. Cuando ‘Alito’ asumió la dirigencia, los priistas gobernaban más de 10 entidades, hoy solo son gobierno en dos (Coahuila y Durango). Y en ambos estados, los gobernadores están plegados al presidente y su 4T. El partido ha sufrido una desbandada. Hasta 2018 todavía ocuparon la Presidencia, seis años después son la cuarta fuerza territorial en el país, detrás de Morena, PAN y MC. Además, tendrán el grupo parlamentario en San Lázaro más raquítico en su historia: menos de 40 diputados. El desastre en las elecciones de junio pasado fue tal, que el PRI -que por primera vez no llevó candidato presidencial propio- obtuvo menos votos que el aspirante de MC, Jorge Álvarez Máynez. No sacaron ni seis millones de sufragios. Pero no todos los priistas perdieron. ‘Alito’ ganó. Él se puso en el primer lugar de la lista al Senado, y se hizo acompañar de sus incondicionales. El que debía hacerse a un lado la noche misma del fracaso electoral, resultó premiado y, en el colmo, se convertirá en líder casi vitalicio en su partido. Apenas ayer, los priistas a quienes él dio espacios y cuya lealtad compró con cargos, le regalaron dos periodos más al frente del PRI. Se reelegirá hasta por ocho años más que, sumados a los que ya lleva, serán un total de 13. Y sí quiere más, más. Para eso se ha convertido en amo y señor del partido. Moreno Cárdenas pensará que el tricolor es su feudo y los priistas sus súbditos. Y quizá tenga razón. Los priistas que se han quedado a aplaudirle cuanto se le ocurra, están sometidos al aprendiz de dictador. Él que tanto alertaba por el autoritarismo de Morena, terminó convertido en pequeño dictador. ‘Alito’ es dueño de una cada vez más pequeña franquicia electoral, pero le alcanza para negociar y ganar. Seguirá lucrando mientras tenga con qué; seguramente traficará con sus votos en el Congreso para ver qué obtiene. De opositor tendrá muy poco, más bien será un mercader dispuesto a lo que sea. El pequeño rey se quedará con un diminuto reino, hasta que termine de extinguirse. POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN

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