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A pesar de toda la evidencia en contra, el obradorismo insiste en su pretendida superioridad moral
00:10 miércoles 27 agosto, 2025
ColaboradoresEl sociólogo Leon Festinger (Nueva York, 1919-1989) la llamó “disonancia cognitiva”: esa sensación de cortocircuito que experimentamos cuando dos cosas que pensamos, creemos o sentimos se contraponen y no pueden ser ciertas al mismo tiempo. En esa circunstancia, lo que las personas solemos hacer es desplegar estrategias para reducir dicha disonancia que no consisten en privilegiar la lógica o la evidencia, sino en aferrarnos a aquella noción en la que estamos más invertidos, con la que tenemos un mayor compromiso o de la que derivamos más beneficios, en detrimento de la otra -que procedemos entonces a relativizar, minimizar o negar-.
Lejos de ser novedoso, es un fenómeno muy antiguo. Las sociedades lo han vivido a lo largo de la historia muchas veces, sabemos cómo opera su lógica y cuáles terminan siendo sus consecuencias. No importa, el hecho es que se repite. Y es así porque no se trata de una proverbial piedra en el camino, sino de un mecanismo constitutivo de nuestra psicología social. Dicho de otro modo, la “piedra” no está fuera: está adentro de nosotros mismos.
Traigo a cuenta este concepto por lo ocurrido tras los recientes escándalos en los que se han visto involucradas múltiples figuras del obradorismo: estilos de vida privilegiados que no corresponden con el discurso de la justa medianía ni con sus ingresos conocidos, defensa de pensiones que cuando las recibían otros se consideraban indebidas, complicidad con funcionarios vinculados al crimen organizado, encubrimiento e impunidad ante señalamientos que ameritarían investigaciones y rendición de cuentas, etcétera.
Dichas informaciones (aunadas a tantas otras acumuladas desde 2018 o incluso antes) apuntan a que el obradorismo no es menos corrupto que sus antecesores en el poder, no actúa conforme a lo que predica y su pretendida “superioridad moral” es más ardid retórico que práctica política. La tribuna obradorista, sin embargo, ha optado por estrategias de reducción de la disonancia cognitiva que siguen, al pie de la letra, la teoría de Festinger.
Primero, aferrarse a la noción de que existe algo así como un “núcleo ético” que define a su movimiento, que lo distingue de los demás y que sigue intacto a pesar de las toneladas de lógica y evidencia en su contra. Y, después, acusar que las noticias que insisten en poner esa noción en entredicho son una mera campaña de la oposición, alegar que se refieren apenas a algunos casos aislados de manzanas podridas, demandar un respeto a la presunción de inocencia que jamás han tenido para con sus adversarios… En fin, son perfectamente capaces de mentir, robar o traicionar con tal de proteger su creencia de la realidad.
¿Por qué? Porque están comprometidos con ella, les reditúa beneficios y le han invertido demasiado como para asumir el costo de su falsedad.
POR CARLOS BRAVO REGIDOR
COLABORADOR
@carlosbravoreg