Las propuestas, lo positivo, lo activo, lo que abone. Aquello que nos permita creer -o al menos tener fe- en que servirá de base para un cambio político, deja de ser parte del discurso de los candidatos. Ahora se trata de denostar, denigrar, criticar, destruir, ridiculizar. Querer evidenciar al otro. Inventar. Que se sepan cosas que ni el ofendido sabía. Algunos candidatos creen que se ganan votos con el morbo rastrero de lo negativo del otro, en lugar de venderse como algo productivo. 

Siempre ofendiendo, siempre. Ayer vino la primera de las cartas presidenciales a San Luis Potosí en campaña oficial: Claudia. Visitó Villa de Reyes y Mexquitic. Se rodeó y fotografió con los candidatos a las diputaciones federales y senadurías. La sonrisa fácil y el discurso de siempre. En mucho de sus palabras criticó a Xóchitl. ¿Para qué?

Si le lleva 30 puntos de ventaja, ¿no?

¿Le serviría de algo querer hacer menos a su oponente? Su discurso -y el de todas y todos- debe ser para convencer con un programa de trabajo que conduzca a un país devastado y a revivir la creencia en una clase política desprestigiada. Y todo lo anterior sin mencionar a los candidatos con los que se rodeó Claudia y con los que también podrá tropezar Xóchitl o Máynez. Ayer a ella le tocó abrazar a Óscar Bautista. Eso también es ofensivo para San Luis Potosí. 

Muy ofensivo.