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Pirotecnia en SLP: pendientes normativos y una regulación que no termina de llegar
00:10 jueves 25 diciembre, 2025
Colaboradores
PROMESAS SIGUEN TRONANDO. Hay temas que regresan puntuales cada diciembre, como el frío, el ponche y la pirotecnia. También regresa el mismo discurso oficial: llamados a la conciencia, campañas con hashtags ingeniosos, fotos con niños sonrientes y mascotas tranquilas; y otra vez la promesa de que ahora sí viene la regulación. El problema no es el mensaje, es el eco. Porque pasa el tiempo, se apagan los cuetes y lo único que queda claro es que el debate sigue exactamente donde estaba.
Hace un año se anunció que 2025 sería el año de la reforma para la venta de pirotecnia en la Capital potosina. No prohibición total, porque eso “genera mercado negro”, sino regulación inteligente, controlada, con diálogo con vendedores y menos estruendo. Suena razonable. El detalle es que el calendario avanzó más rápido que las decisiones. A días de cerrar el año, la reforma no llegó y el tema volvió a su zona de confort: exhortos, operativos y buena voluntad.
Y ojo, nadie discute el valor de las campañas preventivas. Proteger a niñas, niños, personas con autismo, adultos mayores y mascotas es necesario. Pero la pregunta incómoda es otra: ¿de verdad creemos que el problema se resuelve solo con decir “no lo hagas”? Porque mientras el discurso apela a la conciencia, la realidad muestra puestos clandestinos, venta por internet y pirotecnia que no pasó por ningún filtro de seguridad. El ruido no desapareció, solo se volvió menos visible.
Aquí es donde el silencio institucional pesa más que el estruendo de un cohetón. La autoridad municipal avanza con operativos, decomisos y permisos más estrictos, incluso se habla de apenas 400 permisos, una cifra menor a la registrada en administraciones pasadas, asegura la autoridad. También se prevé que la venta alcanzará hasta 20 toneladas sólo los días 24, 30 y 31 de diciembre; pero sin un marco legal sólido todo se queda en contención temporal. Y del otro lado, el Congreso local parece haber archivado el tema, como si la pirotecnia fuera un problema estacional y no una discusión de salud pública, seguridad y orden urbano.
Hay otro costo del que poco se habla: la basura. Toneladas de residuos que terminan tapando alcantarillas, ensuciando calles y saturando un sistema de recolección que ya opera al límite. Se pide a la ciudadanía que sea responsable, mientras la ciudad genera hasta 30% más desechos en estas fechas. ¿Quién paga esa limpieza extra? ¿Quién asume que la pirotecnia no solo hace ruido, también deja huella?
Tal vez el verdadero dilema no es si se prohíbe o no, más bien si estamos dispuestos a dejar la comodidad de las medias tintas. Regular en serio implica decisiones incómodas, acuerdos políticos y asumir costos. Mientras eso no ocurra, cada diciembre será igual: menos cuetes en el discurso, más ruido en la realidad, y promesas que, esas sí, siguen explotando año tras año.
¡FELIZ NAVIDAD!