Si algo enseñó el debate presidencial del domingo pasado es que tenemos todavía mucho que aprender los órganos electorales, los candidatos, las fuerzas políticas, los medios y la sociedad civil en general sobre estos eventos. La organización fue un desastre, de ahí partimos. Formato y tiempos fueron la queja constante desde que empezó el evento y toda la semana. Se criticaron y sacaron sus “trapitos” pero nada más. Los tiempos de su “bolsa” se agotaba cuando querían hablar y poco pudieron confrontar o debatir sus propuestas. Toda la semana han sido los constantes reproches. ¿Qué sigue o que nos queda? Los órganos electorales deben de planificar a detalle y bien la organización de este tipo de eventos. No improvisar y menos dejar “al garete”. Los candidatos que vayan a participar, prepararse. El rigor como chicote. Los medios de comunicación criticar sí, pero también entonces sacar lo máximo a lo que el debate permita. Y la sociedad civil, analizar y razonar. Que esos ejercicios sean filtros cada vez más exigentes para que podamos encontrar la luz que nos ilumine nuestra razón: el voto.