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Las cosas no han avanzado tanto en el mundo como para olvidar que lo que se considera como una fábula infantil
00:10 viernes 29 agosto, 2025
ColaboradoresEn los países europeos existe la fábula de las ropas nuevas del emperador, aquellas que el fraudulento sastre reclamaba eran tan finas que solo los más nobles y talentosos podrían verlas. Y de acuerdo con el relato del fabulista danés, Hans Christian Andersen, todo cortesano que se respetara y deseara avanzar no podía dejar de ver la maravilla de los atavíos del gobernante.
Las cosas no han avanzado tanto en el mundo como para olvidar que lo que se considera como una fábula infantil, pero tiene enormes implicaciones en un mundo en el que cada vez hay más líderes en posesión de verdades absolutas y personajes dispuestos no solo a seguirlos, sino a hacer lo que sea por quedar bien con ellos.
Y eso puede ocurrir a cualquier funcionario gubernamental, que a veces se convierten en cortesanos, sin importar que se encuentren en una república. Hay quien dice que aquel relato de cortesanía mexicana del "¿qué horas son? Las que usted diga señor Presidente" es real, que el mandatario en cuestión era o Manuel Ávila Camacho o Adolfo Ruiz Cortines. Pero cierto o no, los Presidentes mexicanos tuvieron por décadas un aura de infalibilidad absoluta, al menos dentro de México.
Y habría que recordar aquel cuento de Los Polvos del Virrey que señalaban cómo, en el siglo XVII, la cortesanía permitía avanzar socialmente y progresar económicamente gracias a la cercanía –real o percibida– con el gobernante. Era un antecedente directo de aquellos refranes de "a mí no me den, sino pónganme donde hay" o menos positivamente, "el que no transa no avanza".
Estos refranes bien podrían parecer latinoamericanos, pero asoma ahora también en naciones desarrolladas y de todos los colores ideológicos. El gobierno de la República Popular China combate la corruptela con ferocidad, y lleva más de 60 años en ello, pero cada tanto tiempo parece sentirse obligado a realizar campañas para controlar los excesos políticos o las ambiciones personales de algunos funcionarios vinculados con las clases empresariales auspiciadas por el Estado.
En España, Japón, Corea del Sur, se han registrado recientemente escándalos de corruptela que, también es cierto, involucran frecuentemente una combinación de donaciones políticas y enriquecimiento personal directo. Paralelamente, hay un surgimiento de gobiernos con líderes fuertes, como el ruso Vladimir Putin, el chino Xi Jinping, el indio Narendra Modi, el turco Recep Tayyip Erdogan, el israelí Benjamin Netanyahu.
Y ahora, el presidente Donald Trump, al que se atribuye un enorme enriquecimiento personal y está en el centro de lo que parece un culto a la personalidad sin precedentes en la historia estadounidense. Y ese tipo de liderazgos invita a la cortesanía. El hecho, en todo caso, es que no parece haber sistemas o líderes políticos, o gobiernos, ciento por ciento, inmunes a la cortesanía o los cantos de sirena del dinero, sea para pagar campañas políticas o por logro personal. Al fin al cabo, como decía aquel consejo virreinal, "haz obra que algo queda".
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
@CARRENOJOSE