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Macron encarna la paradoja del liberalismo moderno: defensor del pluralismo y del Estado de bienestar
00:01 lunes 13 octubre, 2025
ColaboradoresCon pocas figuras públicas he coincidido más en términos de idea de mundo, de visión de Estado y de concepción de políticas públicas como con Emmanuel Macron: comparto su entendimiento de la división izquierdas / derechas como cosa del pasado, superada por una criba que opone a liberales y autoritarios; su convicción de que un Estado de bienestar y un mercado fuerte y libre pueden y deben coexistir; su reconocimiento de la diversidad social no sólo como deber moral sino como fortaleza cultural; su concepción activa de la cultura como herramienta de construcción de ciudadanía; su internacionalismo, primero europeísta y siempre cosmopolita, valeroso y negociador; su negativa a legislar para el reflector, al punto de defender políticas y reformas tenidas por impopulares –como la que ha venido proponiendo al sistema de pensiones, sensata e inexorable– aún a costa de su imagen. De lo que nadie lo ha acusado es de ser tolerante. Lo que no sólo le resta puntos como demócrata sino lo hace poco útil para encabezar su país, y acaso el responsable último de que –como ha encabezado esta semana con sorna el Telegraph británico– Francia sea la nueva Italia en términos de inestabilidad política. Como a Macron, me parece que los populismos de derecha como de izquierda no sólo entorpecen la administración pública e hipertrofian el poder sino que terminan por resultar perniciosos para los derechos de grandes mayorías –“el pueblo”, en el campo semántico de la democracia iliberal–, a las que sólo comprenden en tanto dispositivo escenográfico y aparato electoral. No, no me gustaría negociar con Marine Le Pen. No, no querría sentarme a la mesa con Jean-Luc Mélenchon. Pero nomás soy un señor que escribe en el periódico en México, no el presidente de Francia. Si Francia ha de tener cinco primeros ministros en menos de dos años –el cuarto, Sébastien Lecornu, ha presentado ya su renuncia tras sólo 28 días, y espera su relevo– es en buena medida por causa de un presidente Macron que en 2024 llamó a nuevas elecciones parlamentarias para revertir el avance de la extrema derecha, con lo que sólo logró partir la Asamblea Nacional en tres, y otorgar la mayoría relativa a un Nuevo Frente Popular con liderazgo de la extrema izquierda. Su pacto primero con el Partido Republicano y después con los Socialistas han enojado tanto a los extremistas de uno y otro signo que, a punta de mociones de censura y votos de no confianza, le han tirado a todos los primeros ministros, dejando a Francia en una ingobernabilidad política que se traduce ya en falta de confianza económica y no tardará en devenir crisis social. Ser demócrata es aprender a bailar con la más fea, a vivir en democracia con gente que no es demócrata. Por desgracia, la idea resuena cada vez menos en francés, en inglés, en español.
POR NICOLÁS ALVARADO