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Las convicciones importan menos que la conveniencia
00:03 martes 22 noviembre, 2022
ColaboradoresVa un nuevo intento. Cohesionados en torno a la “defensa del INE”, PAN, PRI y PRD vuelven a tomarse la mano. La confianza perdida tras la votación en la que el tricolor –aliado con Morena, PT y Verde- dio los votos al presidente para que se ampliara la permanencia de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública hasta 2028, quizá no se haya recuperado, pero el oportunismo puede más. Las convicciones importan menos que la conveniencia. La congruencia pesa menos que la coherencia. La confianza no es tan relevante como la supervivencia. PAN, PRI y PRD regresan forzados por la espiral de polarización alimentada desde Palacio Nacional. El presidente va conduciendo la narrativa pública al encono: se está a favor o en contra de él. La marcha del domingo 13 de noviembre, en la que participaron miles de ciudadanos, no tuvo como eje la “defensa del INE”; fue la válvula de escape del malestar de una capa de la sociedad mexicana que fue a protestar contra un gobierno, pero, sobre todo, contra una persona. López Obrador alimentó los días previos ese enojo. La semana anterior a la marcha atizó no solo contra los organizadores –algunos de ellos políticos-, sino contra quienes participarían en el ejercicio. La movilización fue un éxito para ambos polos. De un lado, cientos de miles salieron a las calles en la CDMX y decenas de ciudades, aglutinándose por primera vez en lo que va del sexenio. En la otra esquina, AMLO logró llevar la narrativa de polarización a la acción. El contraste, en el que suele moverse con soltura y del que se alimenta, quedó expuesto. Por eso contestó con la convocatoria a su propia marcha, la que él encabezará el 27 de noviembre. Imposible suponer que el presidente no calculara el efecto de sus palabras. Quería hacer enojar a una franja del electorado que nunca lo verá con buenos ojos. Lo consiguió. Por supuesto que un presidente tendría que estar por encima de enconos y más bien debería convertirse en factor de unidad, pero vivimos una espiral de crispación y efervescencia electoral adelantada que vuelven imposible la ecuanimidad y conciliación. Unos y otros, estiran la liga. El INE solo es el pretexto para que ambos bandos midan fuerzas y muestren músculo, porque en el fondo no hay ni siquiera certeza de qué propone el presidente con su reforma electoral, tampoco los alcances de la misma. No se ha dictaminado, vaya, ni siquiera se ha comenzado a discutir en el Congreso. Todo es ruido. AMLO le ha tomado la medida a la alianza opositora. Sabe cuándo y cómo unirlos (la “defensa del INE”, por ejemplo) y también cómo dividirlos (la reforma constitucional sobre las Fuerzas Armadas). Sabe en dónde están sus incentivos y echa mano de ellos. Por raro que resulte, el verdadero factor de cohesión de la alianza PAN-PRI-PRD es él. Pero también es quien puede dinamitarla, como lo hizo hace semanas. El presidente administra los tiempos, escoge caminar hacia la polarización y, parece, decidirá –llegado el momento- si la alianza Va Por México vive o muere. ¿Qué escenario le conviene más en 2024? ¿Uno donde confluyan en las urnas solo dos polos, u otro en el que sea mejor pulverizar a la oposición y tener en la boleta varios candidatos distintos al suyo? De eso dependerá, en buena medida, que haya o no alianza en la elección presidencial.