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Se impuso en la final 6-4 y 6-4 al austriaco Dominic Thiem
15:10 domingo 13 mayo, 2018
Deporte Nacional e InternacionalEn la final del futuro, vendida a bombo y platillo para promocionar el tenis del mañana, Alexander Zverev se consagró sin estridencias en la tierra de la Caja Mágica, campeón del Mutua Madrid Open después de beneficiarse de la discreción de un Dominic Thiem irreconocible. Ganó el alemán por 6-4 y 6-4 en una hora y 18 minutos, y, a sus 21 añitos, lucen ya tres Masters 1.000 en su palmarés, que no está nada mal. En 2017 abrazó Roma y Montreal y ahora se lleva la gloria de la tierra española, confirmado como candidato a molestar a Rafael Nadal en París. Al menos, habrá que tenerle en cuenta. Hay poquísimo que destacar del encuentro, pues no hubo ni puntos para recordar ni tampoco emoción. Zverev ganó desde el sorteo ya que ahí escogió restar, buscando sorprender a Thiem en los preliminares, e hizo break en el primer juego, una renta más que suficiente para dejarse llevar sin hacer nada del otro mundo. Ya le ayudaba el austriaco con sus errores a poner tierra de por medio, dubitativo con su saque (doble falta decisiva en ese juego inicial) y ansioso desde el fondo de la pista. Con todo, no sería justo restarle mérito alguno a Zverev, un campeón extraordinario que ha completado una semana notable en Madrid. Llegaba impulsado por el título en la arcilla de Múnich y aquí se ha comportado con una fiabilidad asombrosa, demostrando que su tenis también funciona muy bien en esta superficie. Sin demasiados focos, ha ido superando rondas y se va del torneo sin haber perdido jamás su saque, con la dificultad que ello entraña. Es más, solo ha concedido una bola de break, una estadística que revela el poderío que tiene con su servicio. El germano, tres del mundo ya, es espigado, con pinta de tirillas, pero rompe la bola cuando la ataca y tiene unos brazos infinitos. Su derecha es poderosa y maneja ese revés a dos manos con una facilidad tremenda, moviendo con criterio y aplicando bien la estrategia. Con Thiem alicaído, al de Hamburgo le bastó con rellenar el formulario para firmar una victoria mucho más fácil de lo previsible. Más que nada porque calcó el guión en el segundo set. No había noticias de Thiem, una caricatura de ese tenista descomunal en tierra y que el viernes dejó fuera de combate al mismísimo Nadal. Se disparaba el contador de errores no forzados (21) y no encontraba remedio a esa sangría, vendido porque sus golpes no hacían nada de daño. Por algún lado se quedaron eses efectos diabólicos y ese revés tan estupendo a una mano, durísimo cuando lo ejecuta con nitidez. No fue el caso, desde luego. Se consumió la tarde del domingo sin gracia, con la Caja Mágica tiritando porque hacía algo de fresco para estar a mitad de mayo y porque el espectáculo no era como para entrar en calor. Tampoco ayuda la ausencia de Nadal, claro, pero la gente tendrá que acostumbrarse a duelos como este, pues los finalistas están llamados a liderar el cotarro en cuanto las leyendas que ahora gobiernan la ATP se apaguen. Habrá que pensar también que habrá días mejores ya que se puede esperar más de los dos, sobre todo de Thiem. Intentó el austriaco tímidamente revertir la situación, pero su destino estaba escrito de antemano, derrotado por esa indolencia en el primer juego de cada set. Lo cierto es que nunca tuvo opciones de achuchar a su enemigo y vuelve a quedarse a las puertas de la gloria de Madrid, más dolorosa si cabe la derrota esta vez porque por el camino, dicho está, se había cargado a Nadal. Zverev saltó al cielo, cómo no, con su saque, arma letal en la Manolo Santana durante todos estos días. Son ya ocho títulos en su historial, y le queda la signatura de los Grand Slams, en donde nunca ha pisado unos cuartos de final. El próximo, en dos semanas, es Roland Garros, así que habrá que apuntarle en la lista de aspirantes al trono de Nadal. De momento, tiene la corona que el balear ha exhibido cinco veces ya en Madrid. No está mal.