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Tengo un amigo que es un comunicador mediador profesional; hace un tiempo me invitó a una cena y advirtió que era una reunión pequeña, con personas de mucha confianza para ayudar a una pareja de amigos que pasaban por un momento difícil.
22:28 lunes 16 octubre, 2017
ColaboradoresTengo un amigo que es un comunicador mediador profesional; hace un tiempo me invitó a una cena y advirtió que era una reunión pequeña, con personas de mucha confianza para ayudar a una pareja de amigos que pasaban por un momento difícil. Éramos ocho personas, la pareja en cuestión estaba muy cerca uno de la otra, él tomaba su mano todo el tiempo, parecía constatar que ella estaba ahí, que era real, pensé que vendrían de una reconciliación. Él tenía los ojos hundidos, como de alguien que lleva mucho tiempo sin dormir, ella tenía un rostro lleno de arrugas, parecía ser una máscara. Apenas hablaron, algo rieron, se fueron temprano agradeciendo mucho la velada al anfitrión. Resulta que mi amigo había sido mediador en el secuestro de la hija de esta pareja, una negociación difícil que duró varios meses, afortunadamente la liberaron, una joven de 20 años. Cuando supe esto entendí que las ojeras de él eran de llanto y las arrugas de ella, de dolor. Desde ese día, cada vez que me entero de un secuestro, pienso en el dolor de las familias, en la esperanza que tienen de que esa persona vuelva viva, que la encuentren, no me importa si es como dice la autoridad para salvar su incapacidad, “son ajustes de cuentas entre bandas rivales”. En todas las historias hay familias, amigos, ojos que lloran y corazones que duelen. Nadie debería padecer el secuestro, nadie tiene derecho de adueñarse de la vida del otro. ¿En qué momento nos convertimos en un país donde los negocios más redituables son los más detestables como el secuestro, asesinato, robo, tráfico de humanos, de droga, trata de personas? Hay especialmente dos delitos persiguen a sus víctimas cada día, cada noche: secuestro y violación, que a veces van juntos. Delitos como esos rompen a las víctimas, a sus familias, las hace despertar cada noche temiendo que la historia se repita. Y recientemente la violencia de los secuestradores ha ido en aumento, ahora, por ejemplo, videograban agresiones físicas y sexuales en contra de sus víctimas para presionar a sus familiares al pago del rescate. Deberíamos estar preocupados en San Luis por el silencio de las autoridades sobre estos temas, de acuerdo con datos oficiales, entre enero y agosto de 2016 se denunciaron diez secuestros; entre enero y agosto de 2017 la cifra se duplicó. Y con respecto a la violación creció, en menos de un año, 50 por ciento. Si a estos datos agregáramos la cifra negra, lo que significa que sólo uno de cada diez delitos se denuncia, entonces deberíamos estar más que intranquilos. Y tú ¿qué opinas? Pfloresblavier