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06:45 lunes 18 marzo, 2019
PLUMAS NACIONALESEditorial EL UNIVERSAL /La revocación del mandato
El peor negocio que puede hacer un país es provocar un problema que ya tiene resuelto. Si algo no generaba polémica en México, era el plazo constitucional del presidente. Nuestra nación ha conseguido un término administrativo, a mi juicio, razonable y políticamente conveniente. Otros países tienen cuatro años con reelección inmediata, que impiden al Ejecutivo tomarse en serio su primer mandato y dedicarse a hacer campaña, como lo hace Donald Trump a costa de México. Otros más, tienen quinquenios con opción a reelección que hacen periodos muy largos de gobierno. Los latinoamericanos se han especializado en alterar el término constitucional en beneficio de sus caudillos y lo han combinado con ejercicios como el que propone la mayoría en San Lázaro (vamos a ver qué dice el Senado). Un sexenio es un tiempo razonable para que el presidente despliegue un programa integral y pueda ver cómo los cambios que propone, maduran. Todos estamos de acuerdo, por ejemplo, en que no podemos pedir que la Guardia Nacional muestre resultados en un año, ni en dos, pero si en 4 o 5 no ha dado frutos, podremos tener ya un juicio más fundado. La mayoría morenista, a petición de su jefe político, introduce un elemento perturbador y a mi parecer, inconveniente. Se insiste en que la revocación iría amarrada al principio de no reelección que juran y perjuran no se va a alterar. Si esto es cierto, la revocación estaría alterando el término constitucional por la vía de la amputación. Es decir, en vez de un sexenio, estarían proponiendo que tuviésemos un trienio en caso de que el presidente resultara reprobado en las urnas. Y en el supuesto de que fuese ratificado, no tendríamos más beneficios que cultivar la vanidad presidencial y, por supuesto, garantizar que el mandatario esté presente en las elecciones. Una forma de eludir el viejo tema de la izquierda que, como fuerza de oposición, criticaba que el presidente influyera en los procesos electorales (¡cállate chachalaca!). En consecuencia, me parece un mecanismo desaconsejable, que introduce una discordia republicana sin proponer ninguna solución. Si López Obrador ganara la consulta revocatoria no pasaría nada. Pero si el día de mañana tuviéramos una grave crisis (espero no ocurra) que llevara al presidente a una súbita erosión de su popularidad, tendríamos un severo conflicto de legitimidad porque, para bien o para mal, fue electo para seis años en el cargo y lo razonable es que lo concluya sin interferencias artificiales. Por otro lado, considero inapropiado tener al jefe del Estado en un permanente juego con las encuestas. AMLO ganó y cambió el estado de ánimo de la gente y eso es muy positivo, pero la popularidad no es un fin en sí misma; el primer mandatario debe asumir las funciones de estadista y tomar decisiones que no solo beneficien a los votantes actuales, sino que lleguen a generaciones futuras. Por supuesto que es más popular repartir dinero público aquí y ahora, que explicar que no te puedes endeudar a cargo de las futuras generaciones, como durante años lo hicieron los gobiernos del desarrollo estabilizador en su último tramo y llevaron al país al ajuste más amargo que ha tenido en su historia. Fiesta hoy y pobreza mañana. Los estadistas saben que eso no lo deben hacer, aunque tengan todos los incentivos para llevarlo a cabo. Pero voy un punto más adelante. Si la mayoría morenista realmente considera que es tan buena la figura de la revocación y no solo un ejercicio laudatorio del presidente, la podrían incluir en la legislación a partir de la próxima administración, de tal manera que cuando los mexicanos elijamos a un futuro presidente, sepamos que puede durar seis o tres años en el cargo y no este chipote constitucional que podría meternos en un grave problema. Finalmente creo que si hemos conseguido tener un gobierno estable que toma decisiones pensando en la viabilidad del país a largo plazo, es una pésima idea abrir la posibilidad de que un líder político de oposición (¿Alfaro? ¿Corral?) aproveche la avenida, que torpemente le da la mayoría, para empezar a hacer política contra el presidente. Solamente imaginar que ese líder pueda tener un éxito relativo los debería hacer recular, pues el incentivo es envenenar la vida pública y ahuyentar la posibilidad de generar acuerdos de Estado. Si aprueban ese mecanismo, a partir de su promulgación, toda la política será apoyar o atacar al presidente y eso (aunque ahora les divierte porque tenemos todavía el síndrome de las campañas) es una fatal idea para una nación que vive una crisis de violencia como la que tenemos, con un Trump que sigue usando el antimexicanismo como recurso político, al tiempo que pugnamos por ganar inversiones que nuestro propio socio intenta quitarnos. A mi juicio, las instituciones deben fomentar la cooperación y no someternos a una campaña permanente y, por ello, me parece que introducir la revocación del mandato nos va a llevar a un mundo dicotómico y profundamente irritante. Finalmente, cuando se habla de revocación del mandato, no se sabe bien si lo que nos están preguntando es si el presidente está haciendo bien las cosas o debe permanecer en su encargo. No sé qué opinaré del gobierno en dos años, pero, de entrada, considero que el presidente debe concluir su sexenio. OPINIÓN / ¿Qué festeja Pemex?
La fecha del 18 de marzo es relevante para el país desde hace 81 años. Se trata de uno de los acontecimientos más sobresalientes en la enseñanza de la historia de México en las escuelas de educación básica. Tan importante que incluso es uno de los días feriados que tiene el país. Un día como hoy, pero de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó la industria petrolera, que se encontraba en manos de empresas extranjeras. Momento clave para el surgimiento, tres meses después, de Petróleos Mexicanos, empresa que desde entonces se consideró símbolo de la soberanía nacional y a partir de la década de los 70, cuando fue descubierto el yacimiento de Cantarell, se le atribuyó la capacidad de llevar al país al desarrollo primermundista. Las cargas fiscales, la falta de inversión y el abandono oficial que se le dio prácticamente a partir del inicio de este siglo tienen hoy a Pemex en una situación deplorable. El balance que hoy hace EL UNIVERSAL es revelador. Es la empresa más endeudada del mundo: 2 billones de pesos (poco más de 100 mil millones de dólares), cifra casi similar a la del valor de sus activos. En 2004 alcanzó su mayor producción, 3.3 millones de barriles diarios; este año será apenas de 1.7 millones. Desde hace aproximadamente una década ha tenido que enfrentar un nuevo obstáculo: el robo de combustible tanto en ductos, como en instalaciones en tierra y marinas, que han representado pérdidas de hasta 60 mil millones de pesos anuales. Su capacidad de refinación apenas supera 30%, tiene 29 años importando gasolinas, 23 años dieses y 21 años turbosinas. Como resultado casi natural, las principales calificadoras internacionales tienen una visión pesimista y han colocado a Pemex en perspectiva negativa. Para el gobierno de Andrés Manuel López es prioridad rescatar a la empresa de la crisis financiera y de su baja productividad con el fin de devolverle el papel protagónico en materia económica. El país aún tiene reservas petroleras. Recientemente se han descubierto yacimientos que pueden ser explotados y contribuir a elevar la producción, pero tendrá que ser de manera eficiente y sin elevar —o disminuyendo— el gasto corriente, aquel destinado a compras diarias y salarios, entre otros conceptos. La estrategia que adopte el gobierno federal será esencial para tratar de reactivar Pemex. El fracaso no sería un golpe solo para la empresa, tendría un efecto cascada en la economía. Algo que por el bien del país debería evitarse. Frentes Políticos I. Réquiem. Quedó extinto, murió, tras permanecer desahuciado algunos meses, el modelo neoliberal aplicado en el México moderno. Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, declaró formalmente acabado el régimen neoliberal y dio la bienvenida a un nuevo modelo de desarrollo económico basado en las necesidades de la realidad nacional, al que denominó postneoliberal, además de calificar al anterior modelo como una “política económica de pillaje, antipopular y entreguista”, que abolida está. Sostuvo que por primera vez México tendrá un modelo de desarrollo que no será dictado desde el extranjero. II. Paso firme. Claudia Sheinbaum en números: 17 construcciones suspendidas, 24 juicios de lesividad presentados, 20 autorizaciones renovadas, cuatro desarrolladores multados, en cien días baja el promedio de homicidios. Por algo Martí Batres Guadarrama, presidente de la Mesa Directiva del Senado, consideró que la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, “ha ido cumpliendo cada uno de sus compromisos de campaña”, por lo que, a 100 días de haber asumido la administración, la calificó con 10. El espaldarazo viene reforzado por estrategias bien aplicadas y, aunque apenas comienza, se nota la mano. Voluntad, determinación y capacidad, justo lo que ofrece. III. Historia sin fin. Prepárense. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación se movilizará en la Ciudad de México el miércoles 20 y jueves 21 frente a la Cámara de Diputados federal. La Asamblea Nacional Representativa de la CNTE aprobó la concentración de t-o-d-o-s sus contingentes del país para demandar al Poder Legislativo la abrogación de la Reforma Educativa impulsada por el expresidente Enrique Peña Nieto, porque en esos días se estará analizando y discutiendo la iniciativa de ley educativa presentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador. No tienen nada qué hacer y vienen a hacerlo a la ciudad. IV. Campanazo. Si algo necesitaba el gobierno de Enrique Alfaro en Jalisco, en coordinación con las fuerzas federales, era la captura de un pez gordo. Y cayó. Heleno Madrigal Virrueta, alias El 20, señalado como uno de los principales lugartenientes de Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, fue detenido en Tequesquitlán, Jalisco. La Defensa Nacional confirmó la captura del capo, además de que alertó al personal ante posibles “acciones radicales” que se pudieran presentar en la entidad. Al menos otras cinco personas fueron capturadas. Se deben seguir desarticulando organizaciones criminales que se creen más que el Estado. V. Bombo y platillos. Desde Michoacán se realizó el relanzamiento del Partido de la Revolución Democrática (PRD) del futuro. El que sí cumplirá sus metas y sus promesas; el que no defraudará a su militancia, a sus seguidores y a sí mismo, el que defenderá a costa de todo los estatutos y las convicciones y, sobre todo, al pueblo, el nunca visto… El renacer del sol azteca. Eso pretenden con su nueva plataforma política y social. Y confían en su resonancia nacional. Miguel Ángel Mancera, Héctor Bautista, Jesús Zambrano, Carlos Navarrete, Jesús Ortega, así como legisladores locales y federales que tuvieron a Silvano Aureoles, el gobernador michoacano, a la cabeza. Ese que todo lo que toca lo hace nada. Mal inicio. TAL CUAL / Aceptémoslo: ¡Pemex es insalvable!
Otra aclaración obligada, aunque hacerlo sé que será inútil: El petróleo que Pemex refina no le pertenece, es propiedad de toda la nación mexicana. En consecuencia, entendamos por favor, lo primero que debió haber hecho Pemex desde su fundación —unos cuantos meses después del día de la expropiación de los activos de las empresas petroleras—, era pagar por él. Con esas dos aclaraciones —Cárdenas no expropió el petróleo, y éste no pertenece a Pemex sino a todos los mexicanos—, entremos al tema que debería ocuparnos: ¡Aceptemos la cruda y ofensiva realidad de lo que es hoy Pemex, y decidámonos enfrentarla ya! El desastre que es Pemex en los tiempos actuales es resultado, aunque duela decirlo, de la irresponsabilidad fiscal y propensión a la corrupción que priva en la sociedad mexicana, casi sin distingo alguno entre los que la conformamos. ¿Acaso ya olvidamos aquellas decisiones cuando, en vez de poner orden en el desastre fiscal que éramos y lo somos todavía, la sabia decisión era aumentar el precio de las gasolinas y el diésel? ¿Acaso no nos hemos dado cuenta de que nuestra renuencia a pagar impuestos, la cual era y es compensada —mal y parcialmente—, otra vez con el manejo arbitrario de los precios de lo que producía Pemex? Dicho de otra manera, el desastre insalvable en el que se encuentra Pemex es, no hay que eludir nuestra responsabilidad, único resultado lógico de la forma de ser de nosotros los mexicanos que se expresa —otra vez hay que decirlo, aunque duela— en nuestra complacencia con decisiones que eluden los problemas y, más aún, con decisiones que pretenden eludir y posponer, una y otra vez, la solución de aquéllos. Pemex sintetiza y representa genial e increíblemente bien, no únicamente lo que somos como país, sino cómo somos los mexicanos: irresponsables fiscales, y apoyadores silenciosos y cobardes de toda medida que nos evite pagar lo que deberíamos en materia de impuestos, derechos y aprovechamientos. La corrupción imperante en Pemex no es privativa de ese batidillo, que ni es empresa productiva ni tampoco, empresa en el sentido clásico; la corrupción es el mal que campea sin freno alguno en el territorio nacional, y es utilizada prácticamente por la totalidad de la población al margen de su nivel educativo y cultural, y posición económica y social. La ineficiencia productiva de Pemex y su dispendio ofensivo de recursos, es el común denominador de nuestra economía; las honrosísimas excepciones son aquellas empresas que por formar parte de cadenas de valor de mercados externos, no se pueden dar el lujo de la ineficiencia en el uso de los recursos de toda índole que forman parte de sus procesos. El exceso de personal en Pemex y su onerosísimo Contrato Colectivo de Trabajo, junto con el insostenible sistema de pensiones y jubilaciones, abundan más de lo que reconocemos. Es más, ¿acaso la corrupción de sus líderes sindicales y de la estructura de su sindicato, es también privativa de Pemex? Podría seguir indefinidamente dando razones del porqué Pemex es insalvable, pero lo reconozco, sería inútil. Sin embargo, sí debo repetir lo siguiente: La única salida que nos queda frente Pemex, no es otra que su liquidación y comenzar de cero. Una empresa que se dedique a lo verdaderamente rentable: explorar, perforar, extraer y comercializar crudo. Conformarla con un nuevo Contrato Colectivo y un sistema de pensiones y jubilaciones sensato y sostenible; con una plantilla laboral liviana y eficiente, y una administración profesional y libre de toda influencia política. ¿Habría que liquidar al personal actual, y recontratar a los verdaderamente sean necesarios que cumplan con estrictos requisitos que demuestren capacidad y experiencia? ¿Dolería esta decisión? Sin duda; pero el dolor y precio a pagar sería menor a lo que dolería y pagaríamos de seguir como vamos. No les busque glándulas mamarias a los ofidios, no son mamíferos.