CIUDAD DE MÉXICO.- “Todavía no hemos podido resolver qué es lo que requieren las empresas o para qué trabajo tenemos que formar (…) Las matrículas se articulan con las demandas del mercado de trabajo, hay momento en que pueden ser funcionales y otros en que pueden ser disfuncionales. Hay instituciones que se articulan de acuerdo con el mercado de trabajo, hay instituciones que no lo hacen”, explicó De Ibarrola Nicolín, investigadora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV). Según cifras que presentó la investigadora del Sistema Nacional de Investigadores Nivel III, la matrícula en áreas como administración, medicina e ingenierías es mucho más alta que en áreas como las ciencias exactas o las humanidades. El problema Actualmente, la formación superior prepara trabajadores, no personas apasionadas por el conocimiento, los modelos laborales son cada vez más complejos y las matrículas no pueden sostener cambios tan rápidos. Si hacemos depender la matrícula de la oferta de trabajo vamos a tener que cerrar muchísimas escuelas”, advirtió la doctora en ciencias con especialidad en investigaciones educativas. ¿Qué hacer entonces? Durante su intervención, el doctor Jordi Planas, profesor huésped de la Universidad de Guadalajara, enfatizó que el enfoque basado en prever la demanda de trabajo y adecuar a ella la educación, no funciona, y no funciona en parte porque los cambios tecnológicos suceden tan rápido que los estudiantes quedan constantemente desactualizados. El principal efecto del cambio tecnológico no son las tecnologías, es la velocidad del cambio tecnológico, por tanto, lo más importante es partir de la discronía, entonces, hay una discronía entre la prolongación de la vida de las personas y sus etapas, y la velocidad de los cambios que condicionan la demanda de trabajo”, explicó el especialista. Una solución La sugerencia es simple: “Debemos de abandonar los modelos únicos, que la gente haga lo que quiera pero que se comprometa”. Es importante generar un sistema educativo en el que se fomente una constante escolaridad. Al respecto, el doctor comentó que Noruega tienen una formación constante y la edad promedio del estudiante es de 30 años, mientras que España implementa programas con triple certificación para darle más opciones laborales a los egresados. “El mercado laboral es de competencias, no solo de escolaridad, pero la escolaridad implica competencias (…) la universidad debe plantearse qué papel quiere jugar (…) necesita un sistema de formación que no tenemos aquí”, concluyó el doctor.

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