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A pesar de que México, decíamos era un país en desarrollo, lo único que no se desarrollaba era la ciudadanía; pero eso ya no es correcto, no es certero decir que la ciudadanía se encuentra dormida y postrada del todo
00:03 lunes 16 octubre, 2017
ColaboradoresA pesar de que México, decíamos era un país en desarrollo, lo único que no se desarrollaba era la ciudadanía; pero eso ya no es correcto, no es certero decir que la ciudadanía se encuentra dormida y postrada del todo, pues una importante franja de ciudadanos junto a un creciente número de organizaciones civiles han andado con paso real y verdadero hacia la participación civil en el rumbo del país. Los partidos mismos, la clase política, los políticos convenientemente estacionados en el pasado han empezado a reconocer esta transformación y su propia crisis apenas recientemente. Antes de los 80 no imaginábamos poder echarles en cara a los funcionarios, a los diputados o al mismo Presidente lo reprobable de sus actos, de sus errores o de sus abusos, y ni soñar con el derecho a la información o a la transparencia, la sociedad misma propone leyes y empuja a un cambio forzado; no voluntario, no producto de la gracia de un gran gobernante, ni de un legislativo sensible, ni de un partido atento a las necesidades de la población, los cambios provienen de la sociedad civil. Por citar algunos, los cambios electorales que marcaron una épocas añorada de fines de los años 80s y todos los años 90s fueron producto de luchas civiles que buscaban una manifestación de signos democráticos que ya se operaban en otras latitudes. La caída del Muro de Berlín es el emblema de esas transformaciones, no pueden venirnos ahora con el cuento de que el partido x, y o z encabezó las transformaciones cuando sus legisladores y quienes los mandaban tuvieron que reaccionar de la única manera que les permitían las exigencias de grupos de interés y organizaciones no gubernamentales, asociaciones y fundaciones detrás de objetivos que el Estado mexicano nunca persiguió realmente, sólo a nivel de promesas, retórica y demagogia. Como las organizaciones no gubernamentales sustituyeron al Estado en muchas de sus tareas no atendidas, también exigieron cambios políticos reales, como la sociedad se vio de pronto confrontada con grandes cantidades de información inmediata y disponible de todo el mundo, la propia globalización tecnológica y de toda índole ha debido alcanzarnos y aún así nos resistimos, aun así las resistencias hacen más difícil la compleja tarea de gobernar, pues esto quieren hacerlo muy lejos de la sociedad, aparte, solos en el escritorio. Nuestros gobernantes están desconociendo a la población como el elemento materia prima de un Estado nacional, de un país deseoso y urgido de cambiar de verdad, no con “reformas estructurales” que resultaron contrarreformas demenciales y ultra capitalistas; como en el caso de la Ley Laboral, de la Reforma Energética o como en el caso que nos ocupa y que nos preocupa a todos los mexicanos hasta el 2018. Este país no ha sido transformado por sus gobiernos y quizás ya ni si quiera este siendo gobernado por ellos. Hay una enorme crisis de credibilidad, una crisis de ideologías en los partidos y fuera de ellos, ante la falta de autoridad la delincuencia organizada y la que no lo es tanto, han sentado sus reales en todos los estados de la República y prácticamente hacen lo que les viene en gana; que las muertes y agresiones de alta violencia son entre ellos, no consuela a nadie y aún si no hubiese víctimas inocentes )que si las hay y muchas), eso demuestra que sólo se disputan las poblaciones como un botín y los territorios como si fueran -tal vez los son- solamente de ellos; ignoran a los gobiernos que como tales, solo les queda el apodo. ¿Cómo hacer algo si tienen permeado a una gran parte de la clase política?, tanto a funcionarios de elección, como de designación y desde luego a los policías que precisamente obedecen a esos funcionarios que están encima en la pirámide jerárquica de nuestra burocracia. Cambiemos la percepción, supongamos que no haya tanta corrupción Solo temor de los funcionarios y policías: eso tampoco es consuelo para nadie, lo que debería serlo es que hubiese quien ponga orden y accione con decisión, pero la tarea de gobernar parece imposible en este país y solamente va a realizarse cambiando algo que falta de transformarse y que no quiere o no queremos cambiar: el gobierno, los gobernantes, pero cambiándolos no solo de color o de apellido, sino en su percepción, en su conciencia, en su modo de pensar. No podemos tener gobernantes que piensan nada más en quedarse a cuidar la chamba, que estén a ver qué pasa y cómo transitan los 6 o los 3 años que sean. Esto incluye diputados y ediles, porque también son gobierno, son o debieran ser gobernantes pero no se gobiernan ellos mismos; Hay que cambiarlos para dejar las improvisaciones y a los que buscan chamaba. Que piensen y actúen de manera íntegra esto es, en lo que todos necesitan y no nada más en lo que necesita su partido y la clase política. DEBERIAMOS TENER ESCUELA DE GOBIERNO.