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Las personas que han vivido un hecho delictivo, están más susceptibles, tanto física como psicológicamente, y buscan seguridad y justicia. Pero están envueltas en una situación de temor que les impide que acudan a la autoridad para denunciar a quienes les cometieron el delito
00:15 lunes 18 septiembre, 2017
EN LA OPINIÓN DE GLORIA SERRATOLas personas que han vivido un hecho delictivo, que sufrieron y padecen el daño, están más susceptibles, más vulnerables, tanto física como psicológicamente, y buscan seguridad, tranquilidad y justicia. Pero además están envueltas en una situación de temor que les impide que de manera inmediata acudan a la autoridad para denunciar a quienes les cometieron el delito. El trato que debe recibir una persona que ha vivido un hecho victimizante debe fundamentarse en el respeto a sus derechos como persona, además de generarle un clima de confianza para que pueda denunciar el delito, pero decirlo es muy sencillo y en la práctica resulta un enramado complejo en el que las personas que toman las denuncias están saturadas de trabajo, sin posibilidades de recibir ellas mismas actividades que eliminen el Burnout o el Síndrome de Desgaste Profesional. Una víctima espera recibir la atención y el trato de su situación como si fuera única, y es comprensible porque el delito y sus consecuencias lo está padeciendo en vida propia, más cuando se trata de delitos considerados como graves. Es incompresible para las víctimas, que el caso una vez que se presenta una denuncia no avance, que se retrasen las aportaciones de pruebas a la carpeta de investigación y que con ello se alerte el responsable del delito y esté en posibilidades de huir de la aplicación de la justicia. En delitos tan delicados como la violencia sexual, y sobre todo en niños, niñas y adolescentes, las familias esperan que haya una avance inmediato en contra de quienes son los culpables y que no se quede impune, tanto por las víctimas directas como las indirectas y por las personas que pueden estar expuestas a que se les cometa el mismo hecho. Las victimas buscan justicia, buscan que se alcance en el menor tiempo posible para evitar la impunidad.
Las personas que atendemos víctimas debemos ser sensibles a entender su problemática y brindar la información necesaria, el acompañamiento y orientarles adecuadamente para que tomen decisiones que les permita retomar su proyecto de vida. Debe haber un compromiso que como grupo social hagamos, en el que estemos pendientes de denunciar cualquier acto en el que se victimice a quien ha sufrido un delito, por ejemplo se debe de evitar reproducir las imágenes de personas que son víctimas porque trastoca la vida emocional y física de ellas y de sus familias. En San Luis Potosí se difundieron imágenes hace algunas semanas de una joven que fue víctima de feminicidio en tentativa, ahora la autoridad investiga cómo llegaron las imágenes al medio de comunicación que las reprodujo. A nivel nacional en días pasados circuló una serie de imágenes de dos adolescentes y un adulto ejecutados en la comunidad de El Zapote, en el municipio de Coyuca de Benítez, en el estado de Guerrero, esas fotografías si con autoría del fotoperiodista Bernardino Hernández de la Agencia Cuartooscuro . Estos hechos y muchos otros en los que los medios de comunicación han publicado imágenes de victimas e imputados, si bien el Artículo 7 de la Constitución Mexicana advierte que “Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio (…)” el único límite que se menciona en el señalado en el Primer Párrafo del Artículo 6 “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público (…)” Es importante traer la definición de Dignidad que la Ley General de Víctimas en su artículo Quinto señala que es un valor, un principio y derecho fundamental base y condición de todos los demás “(…) Implica la comprensión de la persona como titular y sujeto de derechos y a no ser objeto de violencia o arbitrariedades por parte del Estado o de los particulares”.
Las imágenes han trasgredido la dignidad de la persona, si tuvieron en la mente quienes las tomaron, ya sean fotoperiodistas, trabajadores de seguridad o de salud, hacer la denuncia pública para que las autoridades y sociedad en general tomaran conciencia de la tragedia humana, nunca pensaron en las repercusiones para las victimas indirectas, para las familias, para quienes también viven violencia. Estamos en un contexto en el que se está naturalizando la violencia, los medios de comunicación tradicionales ya sea en internet o empresas o en radio, no alcanzan a dar cuenta de los hechos de violencia, de delitos y de crimen que cada día vive la sociedad, por lo que ahora ya se menciona noticias de “casos relevantes” de asesinatos, de robos, de violencias familiares, y las repercusiones se están dando en las redes sociales, es ahí en donde los comentarios adquieren otra significación y las personas percibimos un clima de violencia generalizado. Hablamos ya en las conversaciones cotidianas de ejecutados como parte de nuestro discurso cotidiano, como algo normal, natural, y que no debe ser de esa manera, no podemos normalizar la violencia, ni acostumbrarnos a que los asesinatos, robos, secuestros, desapariciones, violencias, sean parte de nuestras vidas.