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Hace unos días se cumplieron 100 años del natalicio de uno de los grandes súper héroes mexicanos; luchador limpio, técnico, científico, mostraba en cada una de sus películas lo que años después serían los laboratorios de criminalística, forenses con la tecnología y los inventos más avanzados.
21:20 lunes 25 septiembre, 2017
ColaboradoresHace unos días se cumplieron 100 años del natalicio de uno de los grandes súper héroes mexicanos; luchador limpio, técnico, científico, mostraba en cada una de sus películas lo que años después serían los laboratorios de criminalística, forenses con la tecnología y los inventos más avanzados. Fue un personaje en el cine y en la vida realidad. Nació el 23 de septiembre de 1917 (murió en 1984), a los siete años salió de su casa en Tulancingo Hidalgo y tomó rumbo a la ciudad de México. Pasó por muchos oficios y vecindades antes de convertirse en luchador. Inició en la lucha libre como Rudy Guzmán. Se puso la máscara como Hombre Rojo, después se mostró como Murciélago II. Su fama llegó en 1942, cuando se subió al rin con algo que asemejaba una máscara de hierro, así nació El Santo, después se le agregaría El enmascarado de plata. Era el hombre que mostraba lo aspiracional del México moderno, en sus películas exponía todos los inventos que un siglo después se convirtieron en realidad: computadoras, videocámaras, rastreadores, comunicación inalámbrica; con mujeres que salían de los esquemas convencionales de esos años, no eran amas de casa, ellas podían ser policías, investigadoras, mujeres vampiro, siempre con papeles protagónicos. Pero no creas que era un México de público complaciente, las luchas libres donde se gritaba “métele la wilson, métele la nelson, la quebradora y el tirabuzón, quítale el candado, pícale los ojos, jálale los pelos (sácalo del ring)”, sustituyeron a la gran tradición que fue el teatro de revista, el teatro de carpa, donde el público le exigía a los actores y actrices y si no les gustaba pateaban las butacas. El público que clamaba en las butacas de la Arena México, es igual al público que grita por lo que quiere en la ciudad de México, nada de complacencias. El Santo del cine, resuelta la trama se alejaba y dejaba los reflectores, llevándose su capa plateada y su personalidad enmascarada. Quizá no hayas visto películas tan geniales; independientemente del director, las cintas siempre inician mostrando al luchador en el ring contra los rudos, esos peleadores sucios que usan toda clase de artimañas para derrotar al enemigo; cine con diálogos, vestuarios y tramas que iban entre lo cómico y lo naif, fiel al estilo de cine de Juan Orol. Hizo más de 60 películas, muchas de ellas geniales; ahí están El Cerebro del Mal y Hombres Infernales, (se exhibieron durante dos años en cartelera), Santo contra los zombies, Santo vs las mujeres vampiro (reconocida internacionalmente en festivales de cine de terror) o Santo contra los jinetes del terror. Poco valoradas por los críticos pero amadas por el público. Las cintas originales se venden como cine de culto. Nuestro Santo es como ese Batman de los años 60, el interpretado por Robert Lowery en el papel de Bruce Wayne. Personajes de papel, de caricatura, de 35 milímetros, en blanco y negro, luego color, personajes que describen una era y se vuelven parte de la cultura popular. El Santo, sin máscara, era un ser desconocido, como El caballero inexistente de Italo Calvino. Pero transitar por la calle con su máscara revelaba un personaje en la vida real, humano, cercano a los mexicanos, sencillo, hablaba con la gente, era adorado fuera y dentro del ring, dentro y fuera de la pantalla. Ese era El Santo, el mismo que no resistió la muerte de su primera esposa, la extrañó cada día hasta que murió a los 67 años de edad. Hoy que hemos encontrado en los ciudadanos nuevos héroes, rescatamos del pasado a El Santo, no sea que lo vayamos olvidando, como solemos olvidar nuestro pasado. Y tú ¿qué opinas? Escríbeme @Pfloresblavier