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El sindicalismo magisterial en México ha perdido su esencia como representante genuino de los intereses de los docentes
00:02 sábado 17 mayo, 2025
ColaboradoresEl sindicalismo magisterial en México ha perdido su esencia como representante genuino de los intereses de los docentes. Hoy, se ha convertido en un mecanismo de control político que utiliza las demandas magisteriales como moneda de cambio para mantener a los profesores en un ciclo interminable de indiferencia e indignación. Esta dinámica opera bajo una falsa promesa de justicia futura, una esperanza perpetua de que algún día las demandas serán realmente atendidas. Uno de los ejemplos más recientes de esta manipulación es el incremento salarial anunciado para los profesores en 2025. Si bien un aumento salarial puede parecer un triunfo para el magisterio, el costo real de esta medida no se menciona con suficiente claridad: un boquete financiero de 36 mil millones de pesos adicionales que compromete otras áreas del presupuesto público. ¿De dónde provendrán esos recursos? ¿Qué programas se verán afectados para pagar “más” a los docentes? Las respuestas son inciertas, pero el costo político es evidente. Mientras se sigue proyectando la imagen de un sindicato que lucha por mejores condiciones para sus agremiados, la realidad es que ese aumento salarial representa un costo que se trasladará, tarde o temprano, a otros sectores vulnerables. A la par del aumento salarial, se suma una medida que podría parecer un beneficio inmediato para los docentes: más días de vacaciones. Sin embargo, esta concesión se convierte en otro mecanismo de control político. En lugar de impulsar estrategias de formación continua, actualización pedagógica o mejora de condiciones laborales, el sindicato “acepta” más días de descanso. ¿Qué mensaje envía esto a la comunidad educativa? Los niños y jóvenes enfrentan rezagos de aprendizaje acumulados desde la pandemia, pero en lugar de implementar programas de recuperación educativa, se otorgan más días “libres”. Es un guiño al sindicalismo tradicional que busca mantener a los docentes contentos sin atender las causas estructurales de sus demandas. Los datos oficiales muestran que entre 2018 y 2024, los logros del sindicalismo magisterial en términos de condiciones laborales se han centrado más en aspectos económicos y laborales que en estrategias pedagógicas o de formación docente. Según cifras de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), el gasto en salarios y prestaciones para el magisterio ha aumentado un 28% en términos reales en los últimos ocho años, mientras que los recursos destinados a capacitación docente apenas crecieron un 4% en el mismo período. Este desbalance evidencia una clara tendencia hacia la contención política en lugar del fortalecimiento educativo. En otra “promesa”, la desaparición de la USICAMM parece no llegar. Ahora la presidente solicita tiempo para llevar la discusión a “todas” las escuelas del país y “que sean los maestros quienes decidan como se van a llevar cabo las promociones y reconocimientos a su labor” Además, como la cereza del pastel, regresó parte del poder al sindicato al mencionar que la antigüedad en el magisterio tiene mayor valor que cualquier proceso o trayectoria profesional. Esto no es casualidad. Este 15 de mayo, fue una declaración de manutención extendida a prácticas obscuras sindicales que dañaron al sistema educativo. Es urgente repensar el papel del sindicalismo magisterial. La solución no puede ser seguir aumentando salarios sin un análisis riguroso de su impacto financiero ni otorgar más días de descanso sin una estrategia clara para recuperar aprendizajes. El camino hacia una verdadera justicia para los docentes no pasa únicamente por más dinero o más vacaciones, sino por la reestructuración profunda del sistema educativo para que realmente responda a las necesidades de los contribuyentes, los profesores y los niños y jóvenes. Proponer un modelo de sindicalismo magisterial basado en la formación continua, la evaluación docente con criterios claros y justos, y el compromiso con la calidad educativa podría ser el primer paso hacia un cambio estructural. Si el sindicato realmente quiere representar a los profesores, debe ir más allá del corto plazo y dejar de usar las demandas magisteriales como un arma política para perpetuar la sumisión y la indiferencia. Resulta imperativo avanzar hacia una reforma estructural que reduzca progresivamente el poder del sindicalismo magisterial para devolverles a los profesores el control sobre su trayectoria profesional. Esto podría incluir la implementación de un modelo de autonomía técnica y presupuestal en las escuelas, salarios diferenciados basados en criterios de desempeño y contexto escolar, y esquemas de flexibilidad laboral que permitan a los docentes decidir sobre su formación continua y proyectos educativos. De esta forma, se trasladaría el poder desde los sindicatos hacia los docentes, promoviendo un sistema educativo más justo, transparente y orientado a resultados. Salto de página. Alguien que informe a la señora presidente Sheinbaum que el término “calidad” fue sustituido por el de “excelencia” y lo introdujo Esteban Moctezuma en la reforma de 2019. Después de 6 años, ni la casta política en el poder sabe lo que significa. Profesor / Activista por el Derecho a Aprender en SLP
Director Ejecutivo en Horizontes de Aprendizaje
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