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06:29 viernes 5 enero, 2018
ColaboradoresEditorial EL UNIVERSAL / Talón de Aquiles energético La mayor parte del siglo pasado México fue considerado una potencia petrolera. Todavía en el primer lustro de este siglo la producción de petróleo se mantuvo a niveles récord con el precio del barril en máximos históricos. Pero a partir de ese momento se consumó lo que tanto se había previsto, el decaimiento de la industria. Un pronóstico certero que se había originado por una deducción simple: los ingresos por exportación de crudo se destinaban al gasto público sin que hubiera una reinversión para desarrollar de manera plena actividades de exploración o de actualización tecnológica. México se convirtió, así, en pocos años, por omisión o negligencia, en una nación altamente dependiente del exterior en materia energética. De acuerdo con información que hoy publica EL UNIVERSAL, quien resulte triunfador el próximo 1 de julio encontrará que se compran en el extranjero altos volúmenes de gasolina y gas LP, y que las adquisiciones de gas natural son las más cuantiosas en la historia del país. Para la actual administración las importaciones de hidrocarburos han significado erogar casi 140 mil millones de dólares. Ese costo tan elevado representará un virtual talón de Aquiles en el próximo gobierno. Aunque en este sexenio se aprobó una reforma energética que permite lo que mucho tiempo fue tabú, la participación privada en el sector, los primeros proyectos apenas están en marcha y todavía pasarán algunos meses o años para poder conocer si la apuesta se dirige en la dirección correcta. Para quien llegue a ocupar la Presidencia, el sector energético debe convertirse en uno de sus objetivos centrales. No puede permitirse que una industria que llegó a ser la más importante para el país siga sin alcanzar la reactivación. De la pujanza que tuvo antaño hoy sólo quedan zonas casi fantasmales en el sureste del país, como Ciudad del Carmen y Coatzacoalcos, donde la economía giraba en torno al petróleo y ahora se encuentra prácticamente detenida. La sociedad requiere escuchar propuestas detalladas de la estrategia para sacar adelante una industria que aún tiene potencial por delante. En fechas recientes se han hecho anuncios del descubrimiento de importantes yacimientos de hidrocarburos. Su correcta explotación debe generar riqueza para miles de trabajadores y para las zonas petroleras. Tener plan de ruta a largo plazo es lo que hace falta al sector energético. ¿La reforma será parte de la solución?
Estado de la desigualdad global A pesar de haberse publicado en los últimos días del año, mi artículo de la semana pasada sobre el debate entre qué deben priorizar las políticas públicas, abatir la desigualdad o generar riqueza con mayor crecimiento de la economía que permita eliminar la pobreza, generó un buen número de comentarios. Pasmosamente, varios de ellos persistieron en la tesis de que la principal crítica de la economía de mercado radica en permitir y hasta alentar las diferencias en la distribución de la riqueza y del ingreso, más que en consentir que haya pobreza. Ello se debe a que numerosos economistas repiten la cantaleta de que entre 1980 y 2016, el 1% de la población más rica del mundo se apropió del 28% del aumento de los ingresos totales de la población, mientras que el 50% más pobre se quedó sólo con el 9% del tal incremento. Este fenómeno fue mucho más extremo en Estados Unidos, donde el 1% de arriba acaparó lo mismo que el 88% de los demás. Estas cifras se sustentan en el trabajo estadístico masivo emprendido por el Laboratorio de inequidad mundial (LIM) de Thomas Piketty, el debatidamente célebre economista francés que ganó fama con El capital en el siglo XXI, y sus copartícipes, que publican un informe anual que pretende “contribuir a un debate democrático global mejor informado sobre la desigualdad económica”. Cada vez que encuentro el sobriquet “democrático” en un sitio que no le corresponde, como en el nombre de regímenes autoritarios en la República Democrática Popular de Corea o en la hoy extinta República Democrática de Alemania, de inmediato mi instinto me lleva concluir que se trata exactamente de lo opuesto. Pero independientemente de mis malicias sobre las intenciones del LIM, lo interesante es que en ningún momento de su farragoso reporte, informa que el periodo en el que centra su análisis es el que ha habido el mayor número de pobres que han dejado de serlo, sobre todo en China y la India, con su enorme peso demográfico mundial. El reporte de marras lamenta que haya crecido la riqueza en manos privadas a costa del declive en la propiedad gubernamental, y deplora que la vivienda, que en los antiguos países comunistas era monopolio estatal, se haya privatizado, con lo que se “limita la habilidad del gobierno para regular la economía, redistribuir el ingreso y mitigar la creciente desigualdad”. No pretendo defender el fallido modelo de privatización que se adoptó en la antigua Unión Soviética, que básicamente significó la transferencia de riqueza de un gobierno incompetente, a las manos de operarios que algo sabían de su manejo, y de los agentes en los mercados negros de la antigua economía centralmente planificada, que fueron quienes hicieron posible que el sistema sobreviviera varios años más. Lo que me parece inaceptable del reporte de Piketty y sus cófrades es que lamenten que cientos de millones de personas en la ex-Unión Soviética y en China hayan podido acceder, por primera vez en generaciones, a tener vivienda propia y a poseer los medios básicos para vivir en una economía mixta, en vez de permanecer bajo el yugo inmarcesible y nada democrático de sus feroces dictaduras. Los autores presentan un índice mundial, aunque limitan su análisis a EU, principal objeto de sus críticas, la UE, China, Rusia y un puñado de otras naciones, y en Iberoamérica sólo examinan a Brasil, limitación que no les impide generalizar sus conclusiones al orbe entero. Quedando al descubierto la tendencia ideológica del reporte, que se dice ser académico, pero que tiene un claro sesgo doctrinario muy lejano al “debate democrático” que dice proponer, vale la pena que el lector le eche una mirada para que pueda llegar a sus propias conclusiones.